LA INTENSA LLUVIA CAÍDA PRENDIÓ UNA LUZ ROJA

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Es imperioso realizar medidas de prevención antes que ocurra lo inevitable. Y de inundación hablamos. Demasiadas veces las intensas precipitaciones nos sorprendieron sin obras de prevención, sin bombas adecuadas, sin zanjas limpias, sin canales, sin desagües en condiciones, en una palabra: sin estar preparados para una grave contingencia que lamentablemente nos es familiar. Pasaron las lluvias, vinieron tiempos normales, y todo el mundo se olvidó, se descuidaron las bombas a las que les robaron cables, baterías y repuestos, las zanjas quedaron convertidas en un basural, no hubo atención de desagües, y después, claro, el agua vuelve a caer a baldazos, no corre, se desbordan los desagües, se derraman las zanjas, por los canales corre la mitad del agua que debe correr, y el canal madre, con nombre propio: Mercante, no evacua ni el 20% de lo que debiera, porque no se lo drena, no se lo limpia, su profundidad queda convertida a la nada, y se desborda. Luego la ecuación es sencilla, se inundan los campos se pierden las cosechas, los centros urbanos corren peligro de ser devastados por el agua, hay evacuaciones, familias enteras que padecen, sufren la falta de criterio de quienes tienen la obligación de protejerlos.

La visión parece apocalíptica, pero no lo es. La realidad nos dice que todo se puede evitar o al menos lograr que el daño sea menor cuando existe prevención. Hablar de lo que no se hizo, cargar de culpas a gestiones pasadas ya no tiene sentido. Lo que viene es lo que cuenta, y la provincia no puede estar ausente. La comuna por si sola no va a poder, es necesaria la ayuda y cuanto antes. Y cuando decimos ayuda nos referimos a fondos suficientes para encarar las obras de mantenimiento necesarias e impostergables. Pueden enviar mantas, o colchones y hasta chapas, pero al menos por ahora el problema no pasa por ahí. La mejor forma de evitar el envio de todo eso es generando las condiciones para que el agua, si es que sigue cayendo, no destruya, no inunde, no produzca daños que luego son irreparables.

«¡Argentinos a las cosas, a las cosas!», decía ese maravilloso pensador español José Ortega y Gasset, que nos aconsejaba que dejemos cuestiones previas personales,  de suspicacias, de narcisismos, pidiéndonos que nos ocupemos directamente de las cosas en lugar de vivir a la defensiva, ocupados en complejos, críticas y mezquindades.

«¡Casarenses a las cosas!».

 

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