RECORTAR LA COPARTICIPACIÓN A LOS PARTIDOS QUE MÁS TRIBUTAN ES UN GRAVE ERROR DE GOBIERNO

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No todos, tan solo unos pocos partidos de los 135 con que cuenta la provincia de Buenos Aires, se han visto perjudicados por importantes recortes en su coparticipación. Carlos Casares verá reducidos los fondos de coparticipación en algo más de 8 millones de pesos, más de  un 15% de su presupuesto. En cambio otros partidos, preferentemente del Gran Buenos Aires no solo no fueron objeto de recortes en sus fondos coparticipables, sino que en algunos casos estos se incrementaron.

Carlos Casares es un partido que por su condición de productor agropecuario con campos de optima calidad, tributa infinitamente más al gobierno provincial que los fondos con los que la provincia coparticipa a nuestro municipio.

Elementales normas de equidad deberían existir cuando se realizan estas ecuaciones que muy pocos comprenden pero que provocan daños presupuestarios que atrasan el crecimiento y desarrollo de los pueblos del interior bonaerense. Una quita de 8 millones o acaso más, le significa a Casares menos obras, menos servicios, menos salud, menos sueldos, menos proyectos. Debe ajustar el cinturón, cuando su producción agropecuaria engrosa las arcas nacionales y provinciales, y cuando otros partidos que reciben mucho más, deben ser subvencionados para que puedan cumplir con sus obligaciones, y se ven beneficiados con importantes obras de infraestructura, cuando nuestras autoridades deben mendigar una vivienda, una cuadra de asfalto o un insumo sanitario.

Pero si hay algo que no tributa Casares son votos. Somos unos pocos, acaso veintitantos mil que en nada mueven el panorama eleccionario provincial o nacional. Y ahí está -como reza un dicho criollo- la madre del borrego. Y por esa causa, porque somos pocos, perdemos calidad de vida y oportunidades, enfrentándonos a la posibilidad de retroceder, cuando debiéramos estar pensando en avanzar.

Usar la tijera presupuestaria con estos pueblos que enriquecen el erario público, es un grave error de gobierno, que lejos de fomentar la credibilidad y alentar el esfuerzo, debilitan la voluntad y contribuyen al descreimiento.

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