Dejemos de lado la vulnerabilidad de los ancianos, que como en los últimos casos, se han visto engañados por estafadores que mediante el famoso «cuento del tío» les robaron sus ahorros. Pero lo curioso es que tanto ancianos como personas en la plenitud de su edad, incluso comerciantes, productores y empresarios, como hace 70 años o más, guardan sus dineros debajo del colchón. Y decimos debajo del colchón en sentido figurado, ya que eligen variados escondites que pretenden ser inexpugnables, pero que no representan dificultad alguna para cualquier malviviente avezado.
Y razones no faltan para que la gente confíe más en la fortaleza de su hogar que en la seguridad y atractivo que puedan prestar los bancos, cómplices de políticas y aventuras económicas que dieron como resultado en el apoderamiento de los ahorros a través de prácticas mafiosas como el corralito, corralón y otros artilugios para quedarse con el ahorro fruto del esfuerzo de los ciudadanos.
Pero, todo esto no puede durar una vida. Tener dinero en la casa significa un alto riesgo, al que además se somete a todos sus integrantes, ya que hoy la delincuencia no se detiene en el objetivo de robar, sino hacerlo a cualquier costo, sin detenerse en violar o matar para lograr lo que pretenden.
Lo sucedido con los ancianos sorprendidos en su buena fe y despojados de ese dinero con el cual creían tener un seguro o al menos una ayuda para su vejez, nos da pie para lanzar un alerta más amplio, dirigido a todos aquellos vecinos que atesoran en sus hogares sus ahorros, en algunos casos importantes sumas que pueden ser un atractivo para los delincuentes. El último robo a la familia Boccanera es por demás elocuente de lo que aquí comentamos. Ellos guardaban un dinero que los ladrones encontraron con toda facilidad.
Hemos receptado algunos comentarios de vecinos que no salen tranquilos a cenar, ni de paseo y menos aún de vacaciones porque guardan en su casa sumas gruesas de dinero. Y al llegar luego de alguna salida lo primero que hacen es comprobar que ese dinero sigue allí. Tampoco esa es una buena manera de vivir.
Esos viejitos que días pasados fueron despojados de lo poco o mucho que tenían, tal vez no tengan la oportunidad ni el tiempo para cambiar de actitud, pero los más jóvenes sí, en resguardo de su propia seguridad y la de sus familias.
Sobrados ejemplos hemos tenido aquí en Casares de vecinos que guardaban verdaderas fortunas en sus hogares, confiados de que allí sus ahorros estaban seguros, y no lo estuvieron.
Sea en los bancos, en cajas de seguridad, en inversiones inmobiliarias o lo que fuere, pero nunca en los domicilios. El guardar la plata bajo el colchón encerraba un mensaje interior que en aquellos tiempos era válido. «Me acuesto sobre mi plata y está segura. Antes tendrán que pasar por sobre mi cadáver.» Ahora pasan.