A menos de cuatro meses de haber asumido como intendente de Carlos Casares, el Escribano Torchio tiene impacientes a sus vecinos. La pregunta que circula en distintos círculos de nuestra ciudad, acaso los más politizados o los que más se ocupan de la marcha de la comunidad, es: ¿cómo lo vez a Torchio?. Una pregunta que en realidad se hacen a ellos mismos, habida cuenta de que tenían otras expectativas y no encuentran en el gobierno comunal la acción que ellos esperaban. Y más de una vez coronan su pregunta diciendo: «yo pensé que por tratarse de un intendente del mismo palo que del gobernador, iba a conseguir todo lo que la anterior administración no pudo lograr».
Luego el razonamiento les dice a los mismos vecinos que el escribano Torchio recién comienza, que las pretendidas obras que su gestión impulsa denodadamente no se consiguen de hoy a mañana, y que la coyuntura económica por la que atraviesa el gobierno provincial lo obliga a una suerte de parálisis para afrontar nuevas obras, tornando aún más complicados los esfuerzos del gobierno comunal.
La importante reducción de la coparticipación, que alcanza un 18% del total del presupuesto municipal, somete al intendente Torchio a una prueba de fuego, ya que para sostener el pago de los sueldos del municipio, proveedores y atender las necesidades básicas de su administración, hacen necesaria una alquimia económica que forzosamente reciente proyectos que de otra manera hubieran tenido un pronto trámite.
Cuatro meses es un lapso de tiempo demasiado exiguo como para calificar una gestión, máxime que se ha visto jaqueada además por imponderables climáticos y hechos no deseados que resintieron la normal marcha de un proyecto inspirado en obras fundamentales para el crecimiento y desarrollo de Carlos Casares.
Tal vez el escribano Torchio deba resignar lo macro hasta tanto se den las condiciones adecuadas, y tenga de la provincia y la nación las respuestas necesarias. Y ocuparse de lo micro, de las pequeñas cosas que tienen que ver con el orden, la prestación de los servicios, el pago en tiempo y forma a empleados y proveedores, el dar respuesta a los pequeños reclamos del vecindario, sin resignar en absoluto los postulados que lo llevaron a aspirar a ser el constructor de un Casares mejor. Todo esto sin perjucio de lo que ya está en marcha, y tiene que ver con importantes obras de infraestructura, que tal vez no se vean, pero que revisten una singular importancia.
La pregunta: ¿cómo lo ves a Torchio?, más que un interrogante encierra una suerte de desencanto. La elección de Torchio significó el deseo de un cambio. Que aún no se lo ve con nitidez, pero que de ninguna manera trasunta ineficacia, inoperancia o incapacidad política para gestionar. Torchio como todo empresario exitoso sabe que se deben respetar los tiempos, que no siempre las intenciones van de la mano de las posibilidades, y que la perseverancia suele ser la clave de los mejores resultados.
La misma pregunta dentro de unos cuantos meses tal vez encuentre la respuesta precisa. Habrá cosechado Torchio la experiencia necesaria, y se podrán medir sin excusas sus capacidades como gobernante.