Tal vez las nuevas generaciones se resistan a creer que alguna vez el servicio ferroviario fue óptimo, tanto el de cargas como el de pasajeros, que se iba a Buenos Aires desde nuestra ciudad en poco más de 4 horas con un excelente servicio de comedor, baños funcionando, cómodos asientos de cuero y también en coches «pullman» con asientos cama que permitían descansar y hasta dormir mientras se viajaba. Muchos recordarán la estación poblada de viajeros y de personas que iban a despedirlos o a recibirlos cuando el convoy llegaba de Buenos Aires. De aquel ferrocarril, nada queda, solo un montón de hierros oxidados, locomotoras que se arrastran, vagones semidestruidos con baños en mal estado, viajes que son una eternidad y ni siquiera se sabe si van a llegar. A eso le sumamos que las barreras están atadas con alambre, algunas inmovilizadas, los pasos a nivel ocultos por altos yuyales y cañaverales, y el cruce de vías con profundas hendiduras que obligan a pasar muy despacio para no dañar los vehículos. Las estaciones languidecen, el personal es escaso y los yuyos son los únicos testigos de esa decadencia. Decenas de veces desde estas páginas hemos hecho constar las falencias del servicio, y fue como predicar en el desierto, ya que nada hicieron para solucionarlas. Sin más, una de las barreras, en el paso a nivel de la calle Galcerán, lleva meses sin funcionar atada con una cadena.
Dicen que hay dos Argentinas, la del pretendido tren bala, y la que padece todos los días un servicio ferroviario que no da para más, que cuesta vidas, en el que los usuarios viajan peor que ganado.
Pensar que Carlos Casares nació con el ferrocarril, signo de progreso, una avanzada del desierto, la llegada de la civilización, el motor de las comunidades.
En el mundo los ferrocarriles tienen más vigencia que nunca. Algunos incluso compiten en velocidad y eficiencia con las líneas aéreas, devorando distancias a más de 300 km. por hora.
Quienes usan aún el servicio de pasajeros, que es mucho más barato que el de micros, son aventureros de un traqueteo insoportable, comiendo polvo, sentados sobre resortes y observando el paisaje a través de ventanillas astilladas, oliendo el rancio hedor de la falta de higiene.
¿Será mucho pedir que en Casares aunque sea arreglen los pasos a nivel y que las barreras funcionen correctamente?.