FACTURAS TRUCHAS. Tan responsables son los que piden, como los que dan

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Cuando se otorga o se ofrece una coima, sea a un policía, a un inspector de tránsito, a un funcionario público o a un empleado o empresario, tanta culpa tiene el que la recibe como el que la da. Y lo mismo cabe en el tema de las presuntas facturas truchas, que parecieran ser el eje de la acusación en el tratamiento de la Rendición de Cuentas del ejercicio 2011, correspondiente a la anterior gestión municipal.

Si es cierto que algún funcionario de la comuna tenía en el cajón de su escritorio talonarios o facturas de distintos proveedores, que luego llenaba a su antojo para malversar fondos en beneficio de «la corona», estamos ante un hecho ciertamente delictivo y deleznable, que debe merecer no sólo la condena social sino un sumario administrativo y una posterior denuncia penal. Pero quién facilitó esos talonarios o esas boletas sueltas para que dicho funcionario pueda cometer el delito al cual nos referimos, también debe ser investigado, denunciado y retirado como proveedor de la comuna, si es que se comprueba que lo hizo en una suerte de complicidad con el funcionario aludido, con intenciones de lograr un beneficio personal.

El sentido estrictamente político que se les da a estos controles institucionales, tal el caso de la revisión de las cuentas de la comuna, hace que se salteen pasos fundamentales en la investigación de una irregularidad o presunto ilícito, concediéndoles a los que facilitaron el mismo, el favor del anonimato y por qué no de la impunidad. Claro está que hecha la denuncia penal, las circunstancias cambian. La justicia debe medir con la misma vara a uno y a otro, porque facilitar la comisión de un delito, los hace cómplices y tan responsables como el que lo comete.

Muchos dirán tal vez que esa sea una práctica usual en el manejo de la administración pública. Esa y muchas otras, podemos recordar jocosamente cuando un alto funcionario del municipio viajó a Mar del Plata y en su rendición de gastos pasó una boleta de una estación de servicio en la cual había cargado nafta. Estaba ubicada en Los Toldos, una localidad que le quedaba un  poco a trasmano para ir a Mar del Plata.

Seguramente cuando armaba sus rendiciones de gastos también tenía su colección de boletas.

Para muchos, probablemente, el tratamiento de una rendición de cuentas sea un trámite anecdótico, que no excede lo político. Fundamentan su visión en que el Tribunal de Cuentas hace ese trabajo periódicamente, y si no encontró nada, es porque todo parece estar bien. Y ahí mueren las palabras. O por lo menos han muerto hasta ahora.

 

 

 

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