MUJERES Y LA PATRIA

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Nació en Chuquisaca el 12 de Julio de 1780. Fue hija de don Matías Azurduy, hombre de bienes y propiedades por su raíz hispana en la América colonial, y de Eulalia Bermudes, una atractiva chola de Chuquisaca que sembró en Juana el amor a su tierra, a las ceremonias del incanato y a la lengua quechua. Hábitos que  le permitieron, desde niña, compartir tareas rurales con los aborígenes al servicio de su padre y participar en la unción de sus ceremonias religiosas.

De su padre adquirió la habilidad de una amazona al cabalgar a galope lanzado, sin temor y entrenándose para montar y desmontar el caballo en movimiento. Así se cimentó el carácter y la voluntad de una mujer mestiza: de aventajada estatura , de perfectas facciones griegas en un rostro que sirvió de marco a unos profundos y  vivaces ojos negros de mirada dulce y dominante.

Se educó en el convento del que fue anexo la Universidad de San Francisco Xavier y entabló relación con lo más granado de la sociedad chuquisaqueña logrando cautivar el corazón del joven hacendado Manuel Ascencio Padilla. Hombre revolucionario que no dudó en alzarse en armas y unirse a las campañas militares del ejército patriota enviado desde Buenos Aires después de 1810.

Con un ejército rejuntón y rudimentario la pareja siguió su suerte hasta que la muerte sorprendió a Padilla a manos de las tropas del rey Fernando VII.

Juana vio exhibirse la cabeza de su amado en una pica en la plaza de La Laguna. Con el corazón desgarrado luchó por recuperarla y reivindicar su muerte haciéndose cargo del ejército de su compañero. Pero la crueldad de la guerra también le arrebató a sus 5 hijos y le fueron confiscados sus bienes y tierras, en Chuquisaca. Desorientada y aturdida por el dolor no se doblegó y se unió al ejército del Gral Manuel Belgrano que promovió su ascenso al grado de generala haciendo que su coraje y su grandeza militar fueran reconocidas.

En 1825volvió a Chuquisaca con las dádivas que recibió por premio del gobierno de Salta: 4 mulas y 50 pesos fuertes. Murió pobre, solitaria y sin honores (igual que Belgrano), en un rancho de su ciudad natal ¡el 25 de mayo! de 1862. Curiosa paradoja del destino…

Pretendemos exaltar la acción de una mujer ambiciosa y de sentido de grandeza, capáz de casi todo en la persecución de sus ideales, que también, ¡ sobrevivió a los mismos plomos y a los mismos  aceros que los hombres que libertaron América del yugo español!

 

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