Parafraseando el deseo que expresara en la invitación a su fiesta de cumpleaños, Alberto Pol quiso compartir ese momento con las personas que fueron importantes en su vida. Unas 300, que el sábado colmaron el salón del Club Amparo, cuya decoración fue impecable.
Allí estaban sus padres, sus hermanos (Eduardo vino de EE.UU) sus tíos, su esposa e hijos, demás familiares, sus íntimos amigos de toda la vida, y sus amigos del aire, aquellos con los cuales comparte su gran pasión, el volar, de cualquier manera, ya sea piloteando un avión, o derrochando adrenalina haciendo paracaidismo.
Pero como de aire no solo vive el hombre, Pol agasajó a sus invitados con una fiesta pantagruélica, en la que las excelencias gastronómicas, brebajes exóticos, vinos deliciosos y champagne de ilustre linaje francés, marcaron la tendencia chic de una noche en la que se entremezclaron cantantes, magos y talentos psicodélicos, para deleite y goce de todos los presentes.
Liliana Paparelli, factótum de la gastronomía y la decoración, tuvo un lucimiento superlativo. Cada isla de manjares era una tentación, Chop Suey por allí, una pata de jamón crudo por allá, mesa de quesos, ñoquis capresse, cazuelas de hongos, un verdadero festival de delicias que los invitados cedían al placer de probarlo todo. Se cortaron los diálogos, las miradas se posaban en cada bocado, y las expresiones de placer lo decían todo.
Su obra cumbre fue a la hora de los dulces la enorme cascada de chocolate, un espectáculo en sí mismo, cuya sensualidad lo hacía irresistible. Los invitados bañaban sus frutas y bocaditos en el rio de chocolate, y desfallecían de placer.
¿Seguimos comiendo, o hablamos de arte?. Por allí el popular Chaguanco y las cataratas de risas que cosecha en su rutina desfachatada y ocurrente. Por allá el mago Barry de Rosario con su habilidad de ilusionista, sus inexplicables trucos, y la fantasía que tanto cautiva.
Ya en las mesas, copas rebosantes de buen vino, y los mozos sirviendo un poema, perdón, vol au vent de camarones con hojas verdes, al que luego le siguió .un memorable lomo al roquefort con hojaldre de papas y como dulce brownies con helado y salsa de frutos rojos.
Pol de aquí para allá, derrochando pinta con sus ropas informales de color oscuro, con su sonrisa abierta, aceptando felicitaciones y retribuyendo atenciones. Ingresó con la música de Top Gum estallando en el escenario, aplausos y felicitaciones. Esa era su noche, su vuelo más placentero… Lo saludaron sus amigos de acrobacia aérea, el equipo de paracaidistas de Santa Rosa, el campeonísimo del aire Jorge Malatini, el piloto acróbata de helicópteros Carlos Zarlenga, e integrantes de clubes de vuelo de todo el país. Y también los invitados, todos y todas, dijera CK…
El grupo de paracaidistas, en un momento muy emotivo, le entregó a Pol una gigantografía del célebre Antonov, el avión que cayera en tierras pampeanas cuando se dirigían a realizar una demostración. El mural decía: «Gracias por salvarnos la vida!, y fue firmado por todos.
La música, la iluminación y los efectos estuvieron a cargo de Renato Lence, super ajustado, genial, todos bailaron, mantuvo llena la pista, se lució el chico.
Los amigos le quisieron regalar algo brillante, luminoso, genial, artístico, excéntrico y singular. Se llama Neomán, camina sobre zancos, personaje raro si los hay, ingenio y genio en estado puro, que con su arte dejó sensaciones encontradas en la multitudinaria platea. Espectáculo inexplicable pero recomendable, la cuota de locura que siempre uno quisiera tener. Un artista brillante. ¿Alguien lo duda?. El viento blanco que arrojaba desde extraños artefactos alucinó a los presentes.
Como bien lo expresó Alberto en su invitación, «los chicos se quedan con los abuelos, y los trajes en el ropero», no hubo demasiados brillos pero si mujeres muy elegantes y arregladas. Muchos de ellos de elegante sport, otros «como todos los días», pero en general todos acorde al acontecimiento.
Alberto estallaba de felicidad, agradecía a todos su presencia, era su noche y la disfrutaba, brindaba con sus amigos e invitados y lejos de todo protocolo se sentía realmente el rey de la fiesta.
El ambiente de jarana y diversión no decayó en toda la noche, la música popular y bailantera, las burbujas del champagne, la lujuria del chocolate y los bocaditos de pata de ternera al rom, pusieron un sello dorado a una noche mágica e irrepetible, porque 50 años se cumplen una sola vez en la vida.