El lunes por la mañana fue hallado muerto en el camino a San Esteban, unos 500 metros más adelante, el conocido changarín, cortador de pasto y podador Juan Carlos Gómez, un hombre alcohólico y abandonado que últimamente vivía en la indigencia y la mayor parte del tiempo borracho. No tenía siquiera domicilio fijo. Ni bien fue hallado hecho un ovillo en medio del barro, se pensó que había sido arrollado por un vehículo cuyo conductor se dio a la fuga, y obviamente investigadores y curiosos se hicieron la película. Que quién lo había atropellado, que como lo abandonó, sólo faltó que se hicieran nombres de probables responsables. Pero luego el peritaje médico diría lo contrario. Gómez murió de paro cardíaco respiratorio no traumático, sin lesiones, ni excoriaciones ni raspaduras que pudieran hacer pensar que fue atropellado por un vehículo. Su muerte fue natural, porque en definitiva con la vida que el pobre hacía era lógico que se muriera de esa manera.
Un hermano suyo presente en el lugar donde fue hallado nos decía que no quería trabajar, tampoco aceptaba ayuda y prefería vivir tomado y haciendo lo que él quería.