Los «chicos malos» de antaño pateaban tachos de basura o cascoteaban persianas sin ocasionar mayores daños. Algunos pintaban graffitis embadurnando tapiales y frentes con inscripciones. Hoy la nueva versión de esos «chicos malos» tienen un comportamiento violento y desaprensivo, sin causa alguna, por el solo hecho de romper y destruir.
En los últimos días se ha acentuado una «modalidad» que ya se venía observando aisladamente en los últimos meses. Bandas de jóvenes usando enormes piedras, ladrillos y baldosas, los arrojan contra los vehículos, rompiendo parabrisas, vidrios laterales y ocasionando visibles abolladuras. Les da lo mismo dañar autos que camionetas, lo hacen con saña, como queriendo descargar en esos piedrazos frustraciones o resentimientos. Algunos vecinos denuncian, otros no y se resignan pensando que lo que les ocurrió es un hecho aislado. Al respecto nos decía uno de los damnificados que a piedrazos le rompieron el parabrisas, los vidrios laterales y le abollaron el capot y las puertas. «Actuaron como si se hubieran vengado por algo», decía consternado no atinando a imaginarse «que les podría haber hecho para que actúen así», ignorando que esa misma noche habían dañado también otros vehículos, entre ellos un costosísimo auto importado al que le destruyeron todos los vidrios».
Es evidente que actúan en soledad, asegurándose que no son vistos, probablemente en horas de la madrugada. La policía solo recorre las calles en móviles con las luces encendidas, muy fáciles de detectar. No hay policías o parejas de policías que recorran la ciudad de a pie, eso es historia antigua.
¿Qué hacer entonces?, ¿tal vez aceptarlo como un mal de la época?. Es esencial que los damnificados denuncien los hechos. De esa manera la policía se sentirá obligada a trazar algún tipo de estrategia para intentar detectar ese tipo de desmanes. También la Guardia Urbana debe estar alerta, pero no patrullando en sus móviles que se anuncian desde muy lejos, sino haciéndolo de a pie, intentando no ser vistos para poder pescar infraganti a los tirapiedras.
Y los vecinos estar atentos y ante la menor alarma reclamar la presencia policial. Solo de esa manera se podrá contrarrestar esta nueva modalidad que alarma, y que nadie sabe a que obedece.