Las estadísticas suelen con frecuencia, darnos un cachetazo. Y en materia educactiva se ignora una realidad que debe corregirse echando mano a todas las posibilidades, a todas, dado que en ello va el futuro de los ciudadanos.
Una gran parte de los jóvenes que inician sus estudios secundarios, no los terminan. Ingresan al mercado laboral en inferioridad de condiciones, un escalón más abajo que algunos logran remontar en base a tesón, talento y esfuerzo. Otros en cambio no, y terminan condenados a resignar aspiraciones y postergar sueños.
En un relevamiento local que dista mucho de ser exacto pero que bien puede ser tenido en cuenta como una referencia muy aproximada, podemos decir que entre un 25 y un 30% de los jóvenes que comienzan sus estudios secundarios en Carlos Casares, abandonan en distintas etapas. Algunos a poco de haber comenzado y otros en sus últimos tramos. Estos en un porcentaje bastante elevado intentan recuperar con planes de terminalidad o en ciclos de bachillerato para adultos, con lo que el porcentaje de deserción baja algunos puntos.
Si bien existen a nivel de Capital, Gran Buenos Aires y distintas provincias estadísticas que hablan de un porcentaje de deserción de un 50% o quizás más, esas cifras no deben servir de consuelo alguno.
Tenemos referencias que a nivel local se trabaja mucho alentando a los jóvenes a ingresar al secundario. También los padres hacen lo suyo asumiendo sacrificios para que sus hijos tengan, gracias al estudio todas las posibilidades que ellos no tuvieron. Pero aún así no es suficiente. Un 30% de deserción es demasiado. También lo sería el 25%. Hoy no se concibe que un joven resigne las herramientas que le brinda el estudio secundario. El Estado desde su lugar, los educadores del suyo y los padres fundamentalmente, deben fogonear en los adolescentes el interés por el estudio. Y aquellos mayores que por una circunstancia u otra no pudieron en su oportunidad completar sus estudios secundarios, tienen la oportunidad de hacerlo ahora en las múltiples ofertas que están en vigencia.
La escuela secundaria no es un paseo divertido de adolescentes, muy por el contrario es una fábrica de conocimientos y socialización que nos abre la mente y se convierte en un capital inapreciable al que se echa mano en todas las circunstancias de la vida.