Fue un cabaret, ahora parece un submarino…

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El mítico chalet que fuera «de la viuda Bava» nuevamente está sumergido en las aguas de ese bajo en el cual fue construido. Con el agua a un metro de altura, inutilizado, luego de haber sido reparado y pintado por su dueña la Dra. Haydeé Tallarico. Su último rol fue «non santo», funcionó allí un cabaret en el que desfilaron mujeres de ropa ligera, agraciadas y atrevidas que animaron las noches grises y monótonas de los señores del camino, y de pícaros vecinos de nuestra aldea que saciaban allí sus calores corporales y gastaban sus rupias pagando copas y dejando generosas propinas a las coperas del lugar.

Vino la inundación y el paisaje se convirtió en un espejo en el que retozan los patos y gallaretas, y a lo lejos se divisaba el borde de la piscina, como una expresión de humor negro en medio de la desolación.

Guarda ese chalet algunas historias… doña Elena Bava no era mundana ni moderna, tampoco excéntrica, pero si una mujer de carácter fuerte y decidido, hija de una familia de bien, viuda del escribano Fortunato Bava, quien agitó el sueño de construirse una casa en la soledad del campo, que sería solaz y bálsamo de sus años de madurez. Allí se filmó una película, luego un industrial la alquiló y agasajaba a sus nuevos amigos lugareños con comidas paquetas atendidas por mozos de librea y vajilla de plata. Pasó luego a ser quinta de fin de semana de varias familias casarenses hasta que finalmente la adquirió su actual dueña, con campos propiedad de su familia que la rodean. El agua la acosó, la dañò, pero siempre la casa de la viuda Bava resurgió con renovados bríos, encontrando  interesados en devolverle su esplendor, o al menos hacerla útil para el ejercicio de algunas actividades que requieren reserva y discreción.

Hoy el chalet ha vuelto a sumergirse, cual un submarino, esperando tal vez que la naturaleza le de otra oportunidad. Pese a sus nuevos dueños el espíritu de doña Elena lo sigue sobrevolando… será por siempre «el chalet de la viuda Bava», con agua o sin agua, con chicos zambulléndose en la pileta o mujeres desnudas correteando por el parque , o mozos de librea sirviendo copetines a los narices paradas de nuestra aldea.

 

Y de nuevo  la inundación…

El chalet ahora deshabitado y

paraíso de patos  y gallaretas,

espera otra oportunidad…

 

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