Y TODO SIGUE IGUAL…

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En la madrugada del 20 de febrero, hace de esto 7 meses, Casares se conmocionaba con una tragedia espantosa. Dos chicos, un varón de 15 años y una mujer de 17 perdían la vida en la ruta Loewenthal, camino al cementerio, al ser atropellados por un automóvil que circulaba a toda velocidad, cuyo conductor se presume, iba alcoholizado.

Las víctimas retornaban en horas de la madrugada luego de haber concurrido a la disco bailable SinCity ubicada en las inmediaciones de la curva hacia Gobernador Arias, sobre la misma ruta. Lo hacían (según el informe policial) por el césped de la banquina, cuando fueron atropellados violentamente por un automóvil que circulaba en dirección a la ciudad, el que se desvió a la mano contraria, levantándolos prácticamente por el aire, para arrojar a uno de ellos a un costado, mientras que al otro lo llevó varios metros sobre su capot, hasta finalmente despedirlo. El coche siguió su loca carrera atropellando a otros dos chicos sin ocasionarles lesiones graves, para luego detener su loca marcha entre un montículo de escombros.

Mil doscientos metros atrás quedaba un drama que marcaría a fuego a la noche casarense. Allí quedaron expuestas las inseguridades e imprevisiones. Se alentó la construcción de una bailable fuera del sector urbano de la ciudad, para que con sus ruidos y otros problemas (carreras, peleas, etc.)  no le causen molestias a los vecinos, pero no se hicieron o no se terminaron obras complementarias absolutamente imprescindibles para asegurar el tránsito peatonal a dicha bailable, que ante la carencia de un camino peatonal obliga a los que allí concurren y regresan a pie, a hacerlo por la estrecha banquina de esa ruta.

Decíamos que 7 meses han pasado de aquella tragedia. Y nada cambió, salvo la decisión de los propietarios del local de disponer de un vehículo de pasajeros para que lleve y traiga a las personas que allí concurren. Esa solución no ha tenido el resultado esperado. Los chicos prefieren ir y retornar a pie, corriendo los mismos riesgos de aquellos chicos que hoy ya no están.

Así como ante una inundación el gobierno comunal afronta gastos impensados, invierte fortunas en arreglos de caminos y se desespera por llevar solución a la sufrida gente de campo que clama por no quedar incomunicada, debe adoptar igual comportamiento con un serio problema que ya se llevó dos vidas, y que a tres meses o menos del comienzo de la temporada veraniega, el riesgo puede incrementarse aún más todavía.

No podemos quedarnos con las palabras del secretario de obras públicas del municipio cuando dice que la obra de la senda peatonal recién se continuará cuando lleguen los fondos de la provincia. Esa, como las obras que se realizan por los problemas de la inundación, son absolutamente prioritarias. ¿Si ocurren más muertes por la falta de un camino apropiado, se las cargarán al gobernador?. No, y eso bien lo saben quienes habitan el piso alto del palacio municipal.

El municipio no funciona con la lógica de un administrador contable. Las urgencias, tal como se hace con los caminos o cualquier otro imprevisto, deben atenderse porque forman parte de la lógica política, del sentido común y del resguardo por la seguridad y el bienestar de la población.

Quién lo entiende de otra manera, no entiende la política, y menos aún la administración pública.

 

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