En tiempos de inundaciones es cuando se puede apreciar la vulnerabilidad e indefensión de los pueblos rurales.

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No es en vano que los colonos chacareros, aquellos verdaderos héroes de la pampa que dejaron su sangre y su aliento en los surcos del arado, no hayan querido transmitir a su herencia esa fuerza interior que los hizo desafiar la pobreza, el infortunio y las inclemencias del tiempo. Para ellos fue demasiado, ¿por qué habría de esperarle el mismo destino a sus hijos?. Y como para muestra basta un botón, la sistemática desaparición de los pequeños pueblitos del interior, y el éxodo de los campesinos, son la cabal demostración de la vulnerabilidad e indefección de los pobladores rurales.

Las inundaciones, como una herida en carne viva, muestran ese destino sin destino, en el que la falta de comunicación, los campos inundados y la incertidumbre plasman una realidad que pareciera no tener solución.

«No me quiero ir sin dejar por lo menos la ruta 50 al sur iniciada y obras de comunicación y desagües que perduren en el tiempo», decía el intendente Torchio en un momento de reflexión, consciente de que nunca tan cierta la frase «Los hombres pasan, las obras quedan», pero claro está, han pasado demasiados hombres y pocas obras han quedado.

Tal vez éste sea un momento de quiebre, la toma de conciencia que permita proyectar para el futuro, no para quedar en la historia, sino para caminar el presente con la frente alta, con la seguridad y tranquilidad de haber cumplido con sus vecinos.

El batir de las palas del helicóptero, suena a réquiem. Su llegada en tiempos de inundación marca la impotencia y el desasosiego. Alguien que debe ser evacuado, maestras que no pueden llegar, enfermos que deben ser trasladados, nada bueno, la incomunicación mata.  ¿Hasta cuándo vamos a vivir las mismas imágenes y sufrir las mismas angustias?. Hacen falta obras primordiales que de una vez por todas alejen los fantasmas que recurrentemente visitan nuestros campos. Canales, la ruta 50 al sur, alteos en los caminos, trabajos que deben hacerse particularmente en épocas normales, no con el agua al cuello como ahora. ¿Pero quien se acuerda de estos dramas cuando el agua se retira?.

Le tomamos la palabra a Torchio, pero no como un desafío, sino en la seguridad de que lo ha dicho en el convencimiento de que puede lograr mediante su gestión esas obras fundamentales que el campo reclama.

 

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