El domingo desde tempranas horas de la tarde y en una tortura que se prolongó hasta altas horas de la noche, los vecinos del radio céntrico de la ciudad y alrededores, debieron soportar que una verdadera manada de estruendosos motociclistas, les destruyera los oídos con las contraexplosiones de sus motos. Una nueva moda por la que consiguen que los motores de sus rodados hagan fuertes explosiones que se asemejan a bombas de estruendo o poderosos petardos, multiplicados por una infinita repetición que se sucede continuamente.
Y ellos, felices con su juego se pasean tan ruidosamente como pueden, ante la insólita pasividad de la policía inexistente y los inspectores de la Guardia Urbana que los ven pasar cual si fuera un desfile de Reinas del Girasol.
Son sordos, ¿o qué?. ¿Acaso no se dan cuenta que el frenar esa locura es parte de sus obligaciones?. ¿Qué va a pasar en los venideros días cuando el parque de motos salga en pleno a las calles ante las temperaturas más elevadas?.
Esto que pretende ser un llamado de atención resume el clamor de cientos y cientos de vecinos que se han visto agredidos y despotrican contra quienes tienen el deber de controlar y terminar con estos excesos.
Hemos visto que ante una marcha se clausuran las calles prohibiendo el transito en operativos a cargo de abundantes efectivos policiales y de la Guardia Urbana local. ¿Por qué no hacen lo mismo para frenar esa locura de los fines de semana que molesta a tanta gente, aunque claro está a los que tienen el deber de frenarlo, no se les mueve un pelo.
Si hacen falta órdenes, si esos excesos ameritan un operativo, deben impartirse las directivas correspondientes y frenar ese despropósito.
Y de paso no vendría nada mal que cada vez que se instala un parque de diversiones, circo o se programa un espectáculo, se aplique la ordenanza que prohibe el uso de altoparlantes callejeros. La gente tiene derecho a la tranquilidad, no se la puede martirizar de esa manera.
Esperemos no estar predicando en el desierto. El respeto por el vecino debe ser esencial en estas comunidades que por fortuna no se ven obligadas a soportar los males de las grandes urbes. Pero, si seguimos así, en poco nos vamos a diferenciar.