Lo que iba a ser una fiesta, digno broche de una nueva travesía a caballo, rememorando a esos criollos de antaño, esta vez a Moctezuma, por poco se convirtió en una tragedia, fruto del alcohol y de la inexplicable rivalidad entre los pueblos, que lamentablemente se traduce en violencia. Y la huella por poco deja huellas de sangre. Sí, porque no solo talló la violencia de las palabras y de los puños, sino que también salieron a relucir varios cuchillos, y si no hubo heridos fue por la decidida intervención de la organizadora Olga Arista, que junto a una mujer policía y a otros se plantó entre los revoltosos y evitó una desgracia.
UNA BATAHOLA INFERNAL
Sin exageraciones, lo que ocurrió fue una locura, primero comenzaron la discusiones, hubo amago de trompadas, las barras estaban definidas, los de Casares por aquí, los de Moctezuma por allá, meta asado, meta vino, música bailantera, seguían las provocaciones, todos querían pelear, los que andaban de a caballo, los que llegaron en motos y los cuzcos de siempre que se meten en cualquier refriega. Hasta que uno echó mano a la cintura y desenvainó un filoso cuchillo, otro hizo lo mismo, varios los imitaron, se puteaban y cuando ya estaban a punto de trenzarse en (créase o no) duelos criollos, apareció la generala Olga Arista y a los gritos y metiéndose al medio pudo pararlos. Ella misma comentaría luego que nunca vio algo así, que no se explica que les pasa, que si hubiera pasado algo no tenían ni un médico, ni una ambulancia.
«Tendremos que hacer las huellas prohibiendo el uso de cuchillos», decía un huellero que ni siquiera él podía creer lo que decía. Que a un gaucho o simil gaucho, porque los hay de a montones, le saquen el cuchillo es como dejarlo manco, igual que si al vinacho lo reemplazaran por gaseosas…
«Cosa de locos!, toman de más, no se las aguantan y sólo les sale provocarse, sacar a relucir todas sus miserias y pelear, arruinando lo que pretendía ser una verdadera fiesta gaucha», agregaba el huellero.
Para abril hay anunciada otra, algunos dudan en hacerla, Olga parece que no pero va a tener que lograr el acompañamiento de una partida de policías, una ambulancia y algún médico. ¡Qué vergüenza!, ese no es el sentido de una travesía que ya es histórica en Carlos Casares.
No será que como dice el poeta criollo Yamandú Rodríguez en «El Remate», «ya no da criollos el tiempo…»