Se acercó a nuestra redacción la Sra. María Angélica Cándida, esposa de Juan Ariel Delgado, quien falleció a causa de las lesiones recibidas el 8 de octubre ppdo., con motivo de hacer público lo siguiente:
“Hace unos días, salió publicado en un periódico local, el papá de Cequeira salió dando una nota diciendo que al hijo le habían hecho una “cama”, que le pusieron el arma y que estaba muy dolido por lo que le está pasando al hijo.
Yo le preguntaría a ese señor, o no sé como decirle, cómo estamos nosotras. La familia del finado Delgado. Que no tenían el derecho de habérnoslo matado si le querían robar o sacarle algo…pero no matarlo como a un animal.
El dice que está sufriendo por lo que le está pasando al hijo. Mire…mis hijas están sufriendo porque tienen al padre muerto, que no va a volver nunca…yo le tengo que llevar flores todos los días a mi marido.
Nadie me calló la boca a mi, nadie me pagó para que me calle la boca para que haga justicia. Yo la justicia la voy a buscar y mientras no estén presos yo voy a seguir haciendo marchas y voy a hacer de todo para que la muerte de mi marido tenga justicia.
Dicen que a nosotros nos dieron 10.000 pesos para que no hagamos marchas. No. Porque la vida de mi marido no sale 10.000 pesos y a mi nadie me va a callar la boca y nadie me va a comprar con plata. Y si tengo que dar mi vida para que ellos estén presos la voy a dar, pero yo los quiero presos por lo que hicieron.
Yo tuve una charla con la mamá de Cequeira anoche (por el miércoles) y la Sra. me entendió y yo la entendí a ella también y hablamos sin pelea sin nada y le expliqué que ella tenía que estar en el lugar mío. Yo la entiendo a ella como mamá pero ella me tiene que entender a mi, que tengo mucho más dolor porque yo lo tengo al papá de mis hijas enterrado y con mis hijas esperando que vuelva y preguntándome cuando va a despertar.
Todo esto estoy viviendo y que Cequeira salga a decir que no saben lo que él está sufriendo…que se ponga un poquito en el lugar de la familia Delgado, en mis hijas y en sus abuelos, dos personas viejitas a la que les hicieron un enorme daño y que viven llorando a su hijo.
