Decía un aviso de los años ´30: «HOTEL FLORES – Moderno y lujoso edificio, una vista panorámica. Cocina de Primer Orden que se Acredita por su Esmerada Preparación. – Grandes comodidades para pasajeros y familias. – PRECIOS MÓDICOS.
Lejos está el actual Hotel Flores, en realidad convertido en inquilinato, de responder a aquellas bondades anunciadas en la publicidad. Hoy es lamentablemente un edificio carcomido por el tiempo, poblado de familias indigentes a las que la comuna las fue «depositando» desde hace ya muchos años al no poderles dar una solución habitacional. Una convivencia que se hace cada vez más compleja, con frecuentes roces y peleas, en medio de una promiscuidad nociva que genera situaciones no deseadas, muchas de ellas en el terreno delictivo. Se ha derramado allí sangre, se dan frecuentes casos de violencia de género, no son pocos los que allí viven o han vivido que tienen prontuario policial, y en el medio chicos, muchos chicos que conviven hacinados en piezas que comparten con sus padres, hermanos u otros familiares. En las que se duerme, se cocina y se realizan las actividades cotidianas de una familia.
No es fácil, sabemos que no es fácil erradicar un foco habitacional que de ser una solución temporal de emergencia, pasó a ser definitiva, sin que por ello se desconozca la intención de encontrar una solución, no solo para quienes allí viven sino también para los vecinos que dicen «no dar más», y no saben ya a quien ni como reclamar. «Tenemos miedo», nos decían en su última denuncia, «escuchamos gritos, salen a la calle, algunos armados y pelean, mujeres que lloran, chicos en la vereda a esa hora de la madrugada, la presencia policial, en fin, algo inconcebible en un barrio céntrico que supo ser tranquilo».
En alguna oportunidad nos hicimos eco de la buena noticia del intendente: «El Ministro de Salud me prometió que se iba a ocupar, que para comenzar mandaría asistentes sociales para hacer un relevamiento y luego obrar en consecuencia». Palabras esperanzadoras que fueron solo eso, esperanzadoras. El ministro lo olvidó, el problema continuó y día a día se acentúa. Ayer fue el Flores, hoy tal vez sea la imagen de la frustración. La vista panorámica que ofrecía ya no existe, y si miramos hacia el interior, es deprimente.
Las familias que allí viven merecen otra cosa. Los vecinos también. La solución es costosa y no está al alcance de la comuna. Sólo resta pedir, machacar, exigir. Muchas obras se lograron de esa manera.