Podríamos decir que la XXI Fiesta Nacional del Girasol será acotada por las circunstancias, que no tendrá la extensión ni el despliegue de otras realizaciones, pero en la evaluación del entusiasmo y la disposición de los vecinos para disfrutar de una auténtica fiesta popular, creemos que no sufrirá merma alguna.
El año que pasó ha sido duro para Carlos Casares, el clima ha castigado muy fuerte a la zona sur de nuestro partido e inundado los bajos de la zona norte, como así también se produjo el desborde del Canal Mercante afectando extensas zonas en su recorrido. Muchos aseguraban que no hay nada para festejar, pero la Fiesta del Girasol ya es un icono casarense y como tal debe realizarse con continuidad, salvo que mediaran circunstancias gravísimas que ameriten suspenderla.
Este año, o mejor dicho los próximos días, la Fiesta intentará renovar los ánimos y las esperanzas de aquellos que no han recibido de la naturaleza las bendiciones para celebrar la buena cosecha. La gente de campo, que sabe de paciencia y resignación, que apechuga los años malos y disfruta de los buenos, entenderá que, como dice el refrán «siempre que llovió paró», y estará ahora pensando en los años buenos que vendrán.
Pero hay algo más que preocupa y que tiene que ver con el manto gris que envuelve a nuestros vecinos, especialmente a aquellos que hacen de la política un ejercicio cotidiano. A ellos los exhortamos a deponer diferencias, a pensar que las jornadas de fiesta que se avecinan no son patrimonio de tal o cual fracción política, sino de la comunidad en su conjunto. Que la Fiesta es de todos, sin excepción, sean de uno u otro partido, del oficialismo o de la oposición. El pueblo no hace esas diferencias, ¿por qué la hacen ellos?.
Casares se vestirá de fiesta, y cuando decimos Casares estamos diciendo TODOS. La belleza no tiene partido, el arte tampoco, el girasol menos, y la alegría que debe embargarnos en estos días debe ser casarense, propiedad de todos, y de todas, como dijera la señora del atril, ahora Capitana de la Libertad…