Cumplió 60 años, está espléndida y confesó que se siente mejor que nunca. «Soy feliz…soy feliz…» decía repitiendo los versos de Ricardo Montaner, explicando a su vez que ha sido buena hija, buena hermana, buena mina…
Nos referimos a «Pecky» Grassetti, la conocida vecina que acaba de cumplir 60 años y los celebró junto a sus amigos, familiares y a su enamorado Amado, con una super divertida reunión en los salones de la Sociedad Rural.
Fue una fiestota decontracte, super relajada, sin brillos, con mucha sencillez y toneladas de animación. Buena comida, excelente bebida pero por sobre todo buena onda.
En mesas de a 10 los invitados se acomodaron como quisieron, sin formalidad alguna. «Pecky» obviamente fue el centro de la reunión, luego de haber recibido a los invitados se presentó en el salón con un ocurrente disfraz con plumas verdes (como la lora), también vestido verde, pulseras y collares luminosos, muy loca, poniéndole el ritmo a la noche. Amado, su compañero, con una camisa caribeña y mucho swing no desentonó en absoluto. Son felices de a dos, sin discusión.
Todos a la pista, Lota Lo Castro condujo la animación e interactuó con todos los invitados haciendo cantar a muchos, algunos impensados que se animaron al micrófono y demostraron que no solo en el baño cantan, que tienen oído, algunos buena afinación y por cierto se ganaron merecidos aplausos. Las canciones de Lota como siempre populares, ritmos modernos, muy bailables, logrando la presencia de todos en la pista.
Mujeres lindas che… atractivas, sensuales, deshinibidas. Bailaron sin parar, las «sueltas» tenían para elegir, las otras tenían ganas de agarrar el sulky a patadas, pero estaba el intendente, más respeto…
Con un jurado maldito encabezado por Abel Miguel (que nadie sabía si estaba en su condición de abogado o de músico) e integrado por su esposa Silvia Gilardenghi, Haydeé Tallarico y Horacio Vita, fue anunciado un certamen símil «bailando por un sueño», con la participación de una decena de parejas, las que tuvieron que bailar varios ritmos y cumplir con una serie de requisitos infamantes producto de la mente enfermiza del ave negra de pelo blanco al que le dicen (vaya a saber por qué) cabezón.
Como no podía ser de otra manera hubo corrupción denunciada a viva voz por los participantes y el público. Quedaron como finalistas la dueña del cumple y el trompito Amado, y el alcalde Walter Torchio, el verde, y su esposa Andrea, la resignada. Bailaron un par de ritmos pero el jurado se inclinó por la que les dio de comer y beber. Ganaron «Pecky» y Amado, y a Torchio se le cayó el disfraz de peronista. Pidió una investigación, le gritó a «Pecky» que no iba a relegir como concejal y al susodicho Amado lo mandó a … Mar del Plata. Era tanta la bronca que ahí nomás hizo un decreto y lo echó a Horacio Vita, insultándolo de paso. «¡Piñol Fijo, no te quiero ver más!», le dijo, y agregó caliente como una pipa: «Me voy, que venga un remise de Vivono que son los más económicos».
Cuando se pasó la bronca y se recompusieron los ánimos, Lota hizo unos tangazos, apareció el champagne, también las dos tortas, una por los primeros 30 y la otra por los segundos. «Pecky», la señora de las seis décadas, parecía una pendeja, sopló como un huracán, apagó las velas y le pidió a Amado una prueba de amor.
El cronista se fue cuando aún la fiesta tenía cuerda para rato. Al cruzar la tranquera de la Rural lo vio a Zavalita agazapado entre unos matorrales y le preguntó: «Que hacés Zavalita?, a lo que el simpático y campechano vecino le dijo con timidez: «Me mandó Macri, como están todos juntos a lo mejor los convenzo para que vuelvan…».