La vida, en su marcha cotidiana, sin prisa pero sin pausas, nos va mostrando vivencias que son páginas del libro de la existencia, donde con letras de oro se va escribiendo la historia de cada uno de nosotros.
Y en esa historia de vida, la correspondiente a Pablo Hernando tiene detalles de rica y hermosa realidad.
Uno de los más grandes arqueros del fútbol local y zonal, ya que además de una brillante y emblemática carrera de futbolista en el Boca de Carlos Casares, fue también inolvidable su paso por el fútbol nuevejuliense, donde dejó recuerdos imborrables, su nombre siempre es citado como ejemplo de calidad, capacidad y hombría de bien. Boca C. C. fue su vida y Pablo Hernando fue el emblema de la institución.
Muchos memoriosos que peinan canas, recuerdan esas inigualables tardes domingueras, cuando nuestro fútbol solía vestirse de gala cada jornada y se agigantan los enfrentamientos entre los boquenses y los verdes de “Sportivo”, de una época brillante, ya que había un hecho que aumentaba las expectativas. En el arco de Boca, Pablo Hernando y en el de Deportivo su hermano Julián, dos grandes goleros del fútbol casarense, que por sí solos significaban un motivo más de atracción.
Pero en la vida de Pablo Hernando, no todo fue solamente fútbol. Ese muchacho buenazo de enorme corazón y pecho abierto al abrazo, marco hitos en su vida que lo proyectaron en el universo y que lo sobrevivirán a través del tiempo. Casado con Olga Sánchez, tuvieron el hermoso regalo del destino de dos hijos, Estela y Ariel, el “Pollito”, que como su padre
fue destacado arquero. Luego la vida y el tiempo premiarían su postrer tramo de su camino, con los nietos, que pondrían la calidez de su presencia.
El oficio de carnicero, – lo recuerdo con su negocio en la calle Alvarado – fue razón de su sustento muchos años, hasta que decidido a cambiar de rumbo se desempeñó varios años en al Balanza de la Sociedad Rural en su predio de la ruta 5.
Un hecho destacadote en su vida, es el que significa que el acceso de entrada a Carlos Casares, gracias a su iniciativa, se llame Roberto Mouras. Un día, conversando con él, ya que afortunadamente me distinguió con su cálida amistad, me “tiró” la idea de que “Mouras, por todo lo que hizo por Casares, merece que ese acceso donde lo íbamos a esperar con los Bomberos luego de cada triunfo, para hacer la entrada triunfal a su pueblo, lleve su nombre”. Desde EL OESTE, la “fogoneamos” en varias ediciones, alguien la presentó en el Concejo Deliberante, se convirtió en Ordenanza y esa idea de Pablo se hizo realidad: Acceso Roberto Mouras, para ingresar a Carlos Casares.
Un día la Liga Casarense de Fútbol, entidad que alguna vez lo contó como dirigente, nominó a uno de sus campeonatos con el nombre de “Julián y Pablo Hernando”, para homenajear a dos grandes de nuestro fútbol.
Pero la vida que da y que quita, en los últimos años, le fue mostrando su lado oscuro. Se fueron Julián, Cacho Sánchez, su cuñado y compañero de vida, Jorge San Juan, su yerno y una cruel dolencia fue clavando sus garras en su organismo. Pero aún golpeado, dolorido, sin el apoyo de esos seres queridos, su espíritu indomable, como el viento pampero, lo mantuvieron incólume y poniendo el pecho a ese destino que no lo trataba bien, Y a los 86 años, el domingo 24, (tenía que ser un domingo, el día en que en sus años mozos fuera la fecha de sus hazañas deportivas), ya minadas sus fuerzas, emprendió el último viaje, el que lo llevó, no hay dudas, a un terreno donde reinará en los recuerdos y ha de volver cada momento a abrazarnos desde las nostalgias y la añoranza.
Sus restos mortales fueron inhumados el mismo domingo, a las 16 hs. (la hora que iniciara tantos partidos de fútbol) en el Cementerio Municipal, previo responso religioso en la Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Carmen, ante reiteradas muestras del dolor que su partida provocara.
Se fue Pablo Hernando y el arco futbolero casarense perdió su mayor emblema…