Si en oportunidad del conflicto de Argentina y Chile por el Canal de Beagle fue el Cardenal Antonio Samoré, encomendado por el Papa Juan Pablo II en 1978, el medió para evitar una confrontación bélica, en el conflicto que parecen mantener el senador Omar Foglia del GEN con el intendente Torchio del FPV, haría falta la mediación del Papa argentino Francisco para de alguna manera intentar recomponer las relaciones.
Las usinas de rumores de los allegados a uno y a otro nos hablan de fuego cruzado, completamente exento de diálogo, lo que puede presagiar una campaña electoral descarnada y virulenta que a nadie le hace bien, y mucho menos a la ciudadanía.
Si los políticos creen que los vecinos ven con buenos ojos que sus representantes se trencen en denuncias, acusaciones, posturas intransigentes y ausencia de diálogo, están tan equivocados como lo están en el orden provincial y nacional. La prensa es un ejemplo cabal, según el medio que uno escucha, mira o lee, es el país que tenemos, los buenos de un lado y los malos del otro, o viceversa, cualquier arma es buena, y a nadie o a casi nadie le importa el país, su provincia o su comuna.
En los pueblos chicos como el nuestro nadie tiene que jugarse la vida, esté del lado que esté, lo importante es que a Carlos Casares le vaya bien, que progrese, que se logre una buena calidad de vida, y fundamentalmente que haya diálogo entre los vecinos.
Ahora que el Papa es argentino hagamos de cuenta que su abrazo fraterno cura nuestras diferencias y recompone las fisuras que la «porca política», provoca en las relaciones entre vecinos.