Si existe un actor importante en el conflicto que mantienen el gobierno de la provincia de Buenos Aires y los gremios educativos, ese actor es el alumno. Son cuatro millones setecientos mil chicos que no concurren a clases, que de concretarse la anunciada huelga de 72 horas para la semana próxima, completarán 11 días sin concurrir a la escuela, la mitad de los días que perdieron en 2012. Existe por lo tanto una gran preocupación a nivel de los padres de esos alumnos, sin perjuicio de que sean entendibles o justificados los reclamos salariales que realizan los docentes.
Todo indicaría, a menos de que se produzcan novedades que reviertan esta situación, que se está ante una encerrona que amenaza prolongarse en el tiempo, con el agravante de que están interviniendo algunos agentes políticos perturbadores que a juicio de los dirigentes pretenden bastardear la propuesta, mientras que en la otra vereda le asignan a la misma intereses espurios por parte de los gremialistas que han endurecido su posición ante la falta de respuesta oficial.
Sería lamentable que una genuina lucha por las reivindicaciones salariales tome atajos indeseables, víctima de apetencias de dirigentes que no se condicen con los mandatos conferidos por los afiliados. Como también sería deleznable que se descalifique gratuitamente invocando ambiciones políticas inexistentes.
En el medio -decíamos- están los alumnos, actores principales que sin responsabilidad ni culpa alguna son víctimas de una lucha entre sectores que no parece centrada en la sagrada misión de educar que tienen unos y de velar por la educación que tienen otros. Esos chicos, nuestros chicos deben ir a la escuela.
Debe primar el diálogo, jamás agotarlo, una medida de fuerza es el fracaso de las negociaciones, la intransigencia y peor aún, las bravatas, sólo conducen a un camino cerrado, que luego se hace difícil retomar.
Solo la cordura y el sentido común pueden lograr un entendimiento. Casi cinco millones de alumnos esperan que las partes en pugna los tengan en cuenta. Ellos solos no pueden construir el futuro, y así poco se los ayuda.