Discuten por migajas políticas y se enemistan de por vida

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¿Valen la pena aquellas actitudes que en nombre de la política terminan con amistades y relaciones de toda una vida?.

De por sí se dice que la política en muchos sentidos es ingrata, que cuando se practica con rectitud, y se pregonan valores morales y éticos, es prácticamente imposible evitar colisionar con quienes tienen otras visiones o se manejan de otras maneras y con distintos estilos, transitando algunos por la delgada línea de lo que está bien o está mal, como tampoco -y en este sentido no debe haber contemplaciones- con aquellos que ven a la política como un trampolín para enriquecerse, sin justificar medio alguno con tal de satisfacer sus espurios intereses.

Una simple palabra puede abreviar toda esta perorata: CORRUPCIÓN, marcando el límite de todo aquello que puede ser aceptado, aún observando procedimientos administrativos incorrectos, pero que no traspasan la barrera de la ilegalidad.

Suele discutirse, y el foro político casarense no es una excepción, por migajas políticas, sembrando en el fragor de la lucha dialéctica dudas y sospechas, generando enemistades de por vida, que bien pudieron haberse evitado a la luz de los magros resultados que puedan obtenerse. Sobrados ejemplos pueden testimoniar que el criterio de los legisladores a la hora de evaluar comportamientos, no es el mismo de la justicia, quedando por lo tanto sólo la borra de lo que pretendió ser un hallazgo de corrupción, con las secuelas del daño social que no tiene reparación.

Sólo apelando a la mesura y al criterio acertado, evaluando el costo-beneficio que esas estrategias políticas pueden arrojar, se puede evitar daños colaterales que en comunidades pequeñas como la nuestra, son completamente innecesarios.

 

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