Hace 4 años con nuestra comunidad alarmada y casi en estado de pánico por la creciente inseguridad que se vivía, tuvo lugar una audiencia pública en el Concejo Deliberante, a la cual asistieron jueces, fiscales y policías de alta graduación, en la que el pueblo tuvo la palabra a través de distintos vecinos golpeados por la ola de inseguridad.
En la oportunidad se encontraba presente el titular de la parroquia local padre Juan C. Pellegrino, quien luego de la audiencia envió una nota a nuestra redacción, la que luego de 4 años tiene tanta o más vigencia que en aquella oportunidad.
La nota de referencia decía así:
EL CURA JUAN PELLEGRINO HABLA DE LA INSEGURIDAD
La segura inseguridad o la inseguridad segura
Después de participar de la sesión extraordinaria del Concejo Deliberante de nuestra ciudad sobre la inseguridad, se agolpan muchas ideas en mi corazón, que quisiera compartir con todos.
Espero con estas líneas lograr proponer no la solución a la inseguridad, cosa que no creo se alcance tan fácilmente, sino simplemente ayudar a reflexionar sobre la misma desde un corazón ciudadano y creyente.
En primer lugar, creo que poder reunirnos en el Concejo Deliberante fue una gracia de Dios. Si bien es cierto que hubiera sido preferible no tener que reunirse ni haber tenido que pasar por ciertas cosas, sabemos en efecto que son parte de la vida y que nos han pasado. Pero lo que subrayo no es la realidad de la inseguridad, que es dolorosa por sí, no la realidad de una comunidad preocupada y cuando digo comunidad me refiero a todos los ciudadanos, ya sean civiles, políticos, autoridades del poder ejecutivo, del legislativo y del judicial. Durante la reunión, tuve la sensación de que ejercer el derecho de expresarse y ser escuchado, descubrir el deber de escuchar al ciudadano, es un gran ejercicio de la democracia que creo hay que agradecer. Agradecer a todos que estuvimos intentando ejercer el diálogo. Eso merece la pena ser resaltado porque es el signo de un crecimiento cívico. Además que nos preocupe un tema tan importante como éste es reflejo de nuestra sanidad mental como sociedad.
En segundo lugar, quiero subrayar la polifonía de verdades que pudimos escuchar. En verdad, como afirmaba un importante teólogo, “la verdad es sinfónica”, o sea la verdad tiene distintas tonalidades, diferentes matices y una verdad no se opone a otra sino que se complementa. En efecto, poder escuchar a los jueces del poder judicial, a diferentes ciudadanos, me ayudó a comprender más cabalmente el problema. Lo que afirmaban los jueces no se oponía a lo del ciudadano que fue asaltado, lo que dijeron miembros del foro de seguridad se complementa con lo afirmado por otros ciudadanos preocupados por el tema. Sería un error querer reducir el problema de la inseguridad a una sola verdad o creer en una sola causa. La inseguridad se nos mostró en esa sesión de una manera totalmente plural. Podríamos afirmar que cada afirmación, desde las distintas perspectivas que fueron dichas, sirvió a armar el gran mosaico que nos muestra una misma realidad: la inseguridad que padecemos.
En tercer lugar, quiero expresar un pensamiento que comparto con alguno de los exponentes de esa noche. Estoy totalmente de acuerdo con que el poder ejecutivo de una comunidad tiene que rever medidas, que el poder legislativo está llamado a revisar estrategias y el poder judicial tendrá que repensar el modo de administrar la justicia. Como también sé y pienso que la Iglesia y las instituciones intermedias tendremos que pensar el modo en que transmitimos los valores humanos. Pero afirmar esto sólo es algo que parcializaría la verdad y dejaría a mitad de camino la solución del problema. Creo que las autoridades de una comuna tienen en sus manos “la papa caliente de la seguridad” y tendrán que pensar el modo y la manera de revertirla y de acompañar a los ciudadanos. Pero sobre eso no me puedo explayar demasiado ya que no poseo conocimientos políticos, judiciales o legales. Sin embargo, quiero compartir una verdad que tampoco podemos olvidar: las autoridades reciben el tema de la inseguridad pero la inseguridad no nace de un repollo, ni los menores con problemas sociales vienen traídos por las cigüeñas. Hablar de robos de menores, de violencia juvenil, es hablar indirectamente de adultos, que sin querer ejercer un juicio de valores sobre ellos, están ausentes y son los mentores y engendradores de este inconveniente. Humildemente creo que por más que se hagan grandes estrategias (cosa que habrá que pensar) si no nos “ponemos las pilas” como padres y adultos, la inseguridad seguirá y se hará más profunda aún. Acaso ¿no se comienza a gestar la inseguridad social al no brindar a los niños una seguridad afectiva y familiar? ¿no es grave la ausencia de padres que acompañen a sus hijos en las cosas de todos los días y les pongan límites? Esto puede terminar gestando hombres y mujeres del mañana que si no se les brindan lo que piden, matan o roban. ¿No es peligrosa de igual modo la ausencia de afecto que poseen los niños y adolescentes que permanentemente nos están llamando la atención a aquellos que tenemos que ser modelos de padres (gobierno, iglesia, padres)? ¿No es significativo que a esta generación los sociólogos la llaman “generación sin padres”? Estas cosas que en una básica psicología son conocidas es lo que pienso como inicio de una sociedad más segura. Que el gobierno busque el bien común, pero que nosotros como padres eduquemos en la responsabilidad y en la libertad responsable. Que el gobierno ejecute estrategias para darnos mejor seguridad pero que los padres no estemos ausentes de la vida cotidiana de nuestros hijos. Acentuar solamente uno de estas dos puntas sería no tomar el problema en toda su dimensión. Ojalá estas palabras sirvan para poder pensar un poco más la pluralidad de realidades y de causas que hay que atacar al hablar de la inseguridad. Quisiera Dios que por acentuar las leyes no nos olvidemos de las personas o por pensar en las personas no nos olvidemos de la legislación. La inseguridad es segura en una sociedad sin familia y sin padres, dicho de otro modo la seguridad se transforma en insegura al no brindar estabilidad y certezas familiares, afectivas y contenedoras a las nuevas generaciones. Exijamos las leyes que nos protejen pero preocupémonos por nuestros hijos, pidamos al gobierno nos ayude, pero eduquemos a los hijos que tenemos en casa.
Que este problema de la inseguridad no nos haga buscar un “chivo expiatorio” o un solo culpable para cargar con todo, sino que nos ayude a descubrir que todos tenemos parte en esto y todos podemos hacer mucho desde nuestro lugar.
A Dios, fuente de toda razón y justicia, pidámosle para que luchemos por una sociedad más segura y publiquémosle para que comencemos a construir la seguridad en lo más sagrado que tiene el hombre: la familia.
P. Juan C. Pellegrino (Cura Párroco)