En una reseña de la vida, que es un pasaje por los espacios, muchos somos como ríos, que vamos desarrollando el recorrido en distintos niveles de intensidad, de acuerdo a las circunstancias y al tiempo que nos toca vivir. Mario Raúl Puerta, fue eso, un río recorriendo los espacios. Iniciado, allá en Lincoln, como colector de aguas de montaña, en sus años primeros, viajó, juntando experiencia y conocimientos, entre los guijarros de la juventud. Acaso tempestuoso, con el caudal de la fuerza arrolladora que nos hace encarar al mundo con una mirada de conquistador y aventurero, queriendo tomar al mundo por feudo para concretar nuestros sueños. Y entre peñas y desniveles, vamos avanzando. Esa fue la época de los estudios de Contador, de la formación de su hogar con Estela Malis, de recibir los retoños que nos prolongarán en el camino, de iniciar tareas que nos van dando un lugar en la sociedad. Muchas veces, incluso, equivocando el camino y formando meollos, que quedan como marca de nuestro paso. Otras, recibiendo ríos colaterales que enriquecen y amplían nuestro cauce, formando amistades y sociedades. Como ocurrió con Omar Suriani, Miguel Fernández y Osvaldo Pamio, con los que formara un estudio contable de los más importantes de la ciudad y realizara actividades de inversor agrícola ganadero. Muchas otras actividades sociales y comerciales de nuestro medio lo tuvieron como activo partícipe, hasta que ese río caudaloso de montaña, llegó a la llanura de la vida, donde el ímpetu se aplaca y, tal vez, alguna dolencia física, hace que el ritmo de la marcha sea más calmo y lentificado. Y el río comienza su último recorrido para llevar sus imaginarias aguas hacia el océano del final del recorrido.
Así fue el cauce de vida de Mario Raúl Puerta, que luego de soportar algunos años fínales que una dolencia física significara un obligado paréntesis, el sábado 27 de abril, su recorrido llegó al Océano, donde reinan los recuerdos. Falleció, a los 76 años y sus restos mortales fueron depositados en un Jardín de Paz de su ciudad natal, Lincoln, para el descanso eterno.
Con esta parábola, he querido dar el último adiós a Mario Raúl Puerta, en lo que pretendió ser una apretada síntesis de su existencia. Que el señor le de ese descanso eterno que se merece