Si damos una recorrida por la ciudad nos vamos a encontrar con una serie de impedimentos al tránsito como semáforos, lomos de burro, reductores de velocidad, «tortugas» divisoras en las calles, y algún otro que en este momento se nos escapa. ¿Son acaso obras para la gente?. No, son obras que se hacen POR la gente, que circula en exceso de velocidad, que dobla en las esquinas como en una carrera, que no respeta peatones o estos no respetan a los vehículos, que pasa velozmente frente a las escuelas cuando salen los alumnos, que corre carreras en los accesos, que no da paso y se comporta como si estuviera en un lugar deshabitado. Es así que la mayoría de esas obras se realizan a pedido de los vecinos o por experiencias diarias que dicen que la falta de conducta de los conductores las hacen necesarias. Y claro, después todos protestan. Y en algunos casos como ha ocurrido en la ruta al cementerio, los ciclistas y motociclistas han cortado los reductores de velocidad para poder pasar a toda carrera haciendo caso omiso a los mismos.
Que somos hijos del rigor no cabe duda, bastaría con pasarse un día en el juzgado de faltas del municipio para escuchar los rezongos y quejas de los multados, algunos de los cuales niegan sus infracciones, otros dudan de la idoneidad de los inspectores, y aquellos que aceptan haberlas cometido dan una larga lista de infracciones que no se multan, de presuntos vecinos «con coronita», estimando que en lugar de multarlos a ellos, que son buenos vecinos y mejores contribuyentes, deberían de ocuparse de cosas más importantes.
Las quejas a esta redacción son innumerables. Días pasados un vecino nos mostraba una multa por haber pisado la linea peatonal en un semáforo. Otro por haber estacionado su auto en el lugar pintado con amarillo y un tercero por haber dejado su vehículo muy separado del cordón de la vereda. Demás está decir que todos ellos se acordaron mal de los inspectores y sus parientes. Y aún falta el estacionamiento medido, al que muchos creen necesario y otros un atropello. ¡Cómo voy a pagar estacionamiento en este pueblito!, dicen enojados algunos, mientras que otros lo piden a gritos porque son demasiados los vecinos que dejan sus automóviles todo el día estacionados, mientras otros dan vueltas y vueltas intentando encontrar un hueco para poder estacionar.
Los tiempos son otros, las necesidades también, y en el medio están aquellos que quieren vivir como hace 50 años o más. Esos, lamentablemente «transitan» por la vida a contramano, negándose a reconocer que el crecimiento es un combo que incluye lo bueno y lo malo de la modernidad.