Cada dos años y por unos cuantos meses los argentinos toman participación directa o indirecta de un ritual político, el de sacarse los trapitos al sol. Frase esta que encierra más que su pretendida inocencia, acaso el deporte favorito de los argentinos, que es la crítica. A la que se suma la competencia política por la alternancia de cargos electivos, dadas las elecciones, sean legislativas o generales, en las que las críticas, denostaciones y hasta agravios y descalificaciones están a la orden del día. Se sacan los trapitos al sol, como decíamos, que para todos parecen estar sucios.
Y Casares no es la excepción, la oposición se avalanza sobre el oficialismo con el cuchillo entre los dientes, mostrando e intentando demostrar todo aquello que se hizo mal, las promesas incumplidas y el perjuicio directo que a los vecinos le ha causado y les causa esa falta de indoneidad, capacidad, solidaridad, y además el manejo irresponsable, irregular y rayano en el delito, de una administración plagada de errores. Así lo presentan.
El oficialismo por su parte hace centro en el análisis histórico de los fracasos de la oposición, su pérdida de adherentes, los manejos aviesos de sus gestiones pasadas, el pasado que no debe volver, y el futuro promisorio que solo puede darse con la continuidad. Le dicen la década perdida.
Un disco repetido que encuentra vigencia cada dos años, que no debe significar más de lo que en realidad significa, ya que de lo contrario se convertiría en una guerra sin fin que no tiene sentido.
Muchachos, tratemos de morigerar nuestras acciones, la crítica sí y cuanto más mejor, el retruque también, recordatorios, y todo aquello que al votante le sirva para enterarse de lo que se hace mal y recordar lo que otros tampoco hicieron o lo hicieron mal. Pero si un candidato se baña una vez a la semana o compró una revista porno, sacarle esos trapitos al sol por esas situaciones, tampoco tiene sentido.
Si hablamos de buscar la virtud en los candidatos tal vez se nos catalogue de ingenuos, la virtud es un bien demasiado escaso, y sabido es que los virtuosos le disparan a la política.
«Es lo que tenemos» dijera un sabio empresario de estas pampas que se las ingenió para hacer mucho y demasiado con lo que tenía. Pero si lo que tenemos lo ninguneamos, sospechamos y denigramos, tampoco lo vamos a tener.
Que mejor para despedirse que una frase célebre que pronunciara Crisólogo Larralde en una convención en Tucumán: CALMA RADICALES.
Al igual que otra frase no menos célebre que salió de la boca del Gral. Perón cuando regresó al país: «PARA UN ARGENTINO, NO DEBE HABER NADA MEJOR QUE OTRO ARGENTINO.