Los presuntos secuestradores les hicieron tirar sus teléfonos, comprar uno nuevo y a partir de allí les hicieron conseguir dinero para luego dirigirlos en un periplo interminable por las rutas, prácticamente hasta las puertas de Buenos Aires. El mismo intendente relata la angustia, la incertidumbre y el pánico que vivieron junto a su esposa Andrea.
Cuesta creer que estén pasando cosas así, que haya bandas de delincuentes dedicadas a generar pánico entre las personas, anunciando graves accidentes, muertes y secuestros, pidiendo rescates y sometiendo a esas personas a una tortura indescriptible que no tiene explicación.
Ya la semana pasada anunciamos de una familia a la que llamaron por un accidente grave y finalmente no pudieron concretar su estafa o extorsión. La misma policía haciéndose eco de las acciones de una banda, alertó a la comunidad. Pero una cosa es escuchar y hablar de lo que le sucede a los demás, y otra vivirlo en carne propia.
LE TOCÓ AL INTENDENTE WALTER TORCHIO
Esta vez los delincuentes eligieron nada menos que al intendente Walter Torchio para hacer la «fatídica» llamada. La recibió en un momento en que se dirigía junto a su esposa Andrea a un acto en el cementerio local. A partir de allí el terror se apoderó de ellos, les dominó la razón, sólo pensaban en una cosa, que el maldito que los había llamado les anunció el secuestro de su hija, a la que no nombraremos por una decisión de este medio. Como también decidimos, dada la seriedad del tema, atenernos a la estricta versión de Walter Torchio, con quien nos entrevistamos en la mañana de ayer, cuando aún se veía convulsionado por lo acontecido. Y no es para menos, había vivido 6 horas de terror, desde las 17 hs. del jueves hasta pasadas las 22 horas del martes, cuando los esposos Torchio pudieron hablar con su hija presuntamente secuestrada.
EL RELATO
-Cuéntenenos como fue Intendente, intentaremos no interrumpirlo:
-Se recibe un llamado en la escribanía, atendida por una de mis secretarias, de parte de una autoridad policial que le informa que una de mis hijas tuvo un accidente, que como está con un ataque de nervios necesita hablar conmigo o con la mamá. Entonces ahí es cuando le pasan mi teléfono y el de mi esposa Andrea. Habla Andrea y le pasan con una persona con un ataque de nervios que decía «mamá, mamá» y el tipo le saca el teléfono y le dice: «en realidad esto es sorpresa, hablá con tu marido dejen todos los teléfonos y hagan lo que yo les indico».
A partir de ahí lo que hicimos fue juntar algo de dinero y nos llamaban a ambos teléfonos como para que no nos pudiéramos comunicar con nadie.
-Iban por la ruta ustedes?
No, no. Estábamos en nuestra casa. Nos hacen salir y comprar un teléfono común con un chip y un cargador y a partir de ahí nos dijeron que nos comunicáramos con ese teléfono y los otros los tiráramos.
A partir de ahí nos comunicaron primero que nos íbamos a encontrar en Saladillo, después en Mercedes, después en Luján. Más tarde me hicieron agarrar por el Acceso Oeste y nos manejaban la velocidad, andá más despacio, andá mas fuerte, prendé las balizas, tirate a la mano derecha, pasamos el peaje Del Buen Aire, y quien hablaba nos dice: «bueno agarrá una bajada y vuelvan hacia atrás, ahora hacé 50 kilómetros y esperá que te llame». Cuando los hicimos nos volvieron a decir: «ahora aceleren lleguen al peaje», y allí nos dijeron que teníamos que dejar el dinero en el cartel del kilómetro 72. Cuando llegamos hasta el lugar nos dicen: «dejen las balizas prendidas, al frente se va a ver un cartel amarillo, dejen el dinero ahí». Llegamos, y cuando ibamos a dejar el dinero nos dicen: «pero usted no tiene la baliza prendida», a lo que le contesté: «sí, las tenemos prendidas y estamos yendo al lugar». De inmediato él me responde: «No, no, no, ustedes se equivocaron, ese no es el lugar, vuelvan». Hice marcha atrás, agarré la bolsa con el dinero y nos dijeron: «ustedes tienen que ir hacia la ruta 5 al km. 72».
-Otra vez a la 5?
-Si, te podés imaginar que ante la desesperación salimos nuevamente hacia la ruta 5 y a cada tanto nos ponían en contacto con mi hija, quien lo único que decía, siempre llorando era “papá te quiero mucho”, “mamá te quiero mucho” y le volvían a agarrar el teléfono.
Llegamos al lugar, dejamos el dinero como nos habían dicho, nos informan que aceleremos y supuestamente a los 3 minutos nos iban a entregar a mi hija.
-Convinieron un lugar?
-Sí, cuando llegamos al peaje nos informaron que estaba en la plaza de Mercedes, pero antes de llegar nos vuelven a informar que no la iban a entregar en Mercedes, que hiciéramos otros 50 kilómetros por la ruta 5, y prendiéramos las balizas. «Quedate tranquilo que los estamos viendo, tu hija está bien, va a estar en el kilómetro 120 – me dice – acelerá que está ahí».
-Estaba?
-Te imaginás nosotros ante la desesperación de pensar que nuestra hija estaba sola en la ruta, que hacía más de cinco horas que estaba secuestrada, es terrible, te puedo asegurar que es terrible. Durante todo este tiempo el tipo nunca cortó el celular, nunca cortaban uno u otro te hablaba. No no estaba.
-A que hora comenzó el secuestro?
-Tipo 17 horas y ya eran cerca de las 22 horas.
-Siga con su relato por favor.
-Bueno, cuando llegamos al kilómetro 120 le digo al que hablaba: «pero acá no hay nadie», a lo que contesta: « sigan hasta el acceso de Suipacha, entren por el acceso y paren ahí, ¿el auto tiene reloj?» me pregunta, y yo le contesto que sí. «Bueno, en 5 minutos te llama tu hija». El tipo cortó y no volvió a llamar más. Pasaron los cinco minutos, seis, siete, ocho no se cuantos porque en esa situación se te hacen interminables. Justo había unos chicos que estaban tomando mate, les pedimos el teléfono, pero se habían quedado sin carga, fuimos hasta un restaurant y Andrea llama al teléfono de mi hija y ella le contesta: «quedate tranquila que estamos bien». Allí nos volvió el alma al cuerpo y nos dimos cuenta -por suerte- que se había tratado de un secuestro virtual, que pudo haber durado menos, pero cuando me perdí equivocando la indicación, se complicó todo.
-¿Por qué?
-Porque me había perdido yo. Te imaginás, desde las cinco de la tarde el intendente estaba desaparecido. Tenía que ir al acto y no fue, sus teléfonos no contestaban, nadie sabía donde se encontraba. Llamaron a la policía, ésta comenzó a buscarme, también al Ministerio de Seguridad, se pensó en un secuestro, comenzó a buscarme toda la policía de la provincia.
-Tu hija ni enterada…
-No, ella estaba haciendo su vida normal. Lo que pasa que al tirar nosotros los celulares nadie se pudo comunicar con nosotros.
-¿Les habían pedido mucho dinero?
-No, no. Lo que consiguiéramos, ningún monto fijo. Lo que pasa que te apabullan porque te apuran tanto, que uno no sabe que hacer. Ellos lo que no quieren es darte tiempo para pensar ni que puedas tratar de hablar con alguien. Y uno ante esas circunstancias está dominado por el pánico.
-¿Y ahora esto se está investigando?
-Si, y tengo entendido que ya ha habido una serie de casos similares.
-¿Como se puede denominar esto?
-Un secuestro virtual o extorsión. Por suerte virtual, lo demás pasa.