Cuenta el viajero inglés J.A.Beamont, en sus relatos sobre lo visto por estas pampas, que estando de visita en la ciudad de Buenos Aires durante la corta presidencia de don Bernardino Rivadavia, allá por 1826, pudo ver un día al voluminoso mandatario, recorriendo a caballo, junto a su escolta militar, las calles de la ciudad. Sucedió, que un perro “sedicioso y de mala ralea”, tal cual lo describe el cronista, mordió una pata del equino, cuyo jinete no era otro que el regordete presidente, quien , quizás por su escasa destreza o tal vez por su contextura, al corcovear su caballo dio con su humanidad en el suelo y casi no queda ni para repuesto..
Continua el cronista diciendo que “este atentado a la dignidad presidencial, se consideró tan atroz, que no era para expiarse con la muerte de uno solo y miserable can” por lo tanto don Bernardino, montado en cólera y ya no en su brioso equino, decidió, por medio de un decreto, la proscripción de toda la raza canina y “se designó a la mañana siguiente para su exterminación completa”.
Según Beamont fue el día “más bullicioso que le tocó vivir en Buenos Aires”, grupos de ejecutores munidos de palos y hachas, seguidos por bandas de niños y jóvenes se dedicaron a matar a los congéneres de Lassie sin piedad, mientras los dueños de algunos corrían para salvarlos.
Esta metodología ya se usaba en Europa; por ejemplo: en Madrid, durante el siglo XVIII y debido a un foco de rabia, se exterminaron 900 canes en un día.
Por suerte, los tiempos han cambiado, y no es necesario recurrir a tan irracional rec urso. Pero lo cierto es que algo hay que hacer con tantos canes que, con dueños o sin ellos, te hacen popó en la puerta de tu casa, cuando salís apurado para el laburo y desprevenidamente pisás el excremento y no falta el bobo/a que te diga que eso “es suerte”, ma que suerte, es mie…caca de perro, “y si da suerte porque no la pisás vos”, tenés ganas de decirle. Y eso cuando te das cuenta, porque a veces mirás a los que tenés alrededor y están todos con cara de oler mier…caca y resulta que la llevás vos en la suela del zapato. Ni que hablar de los perros que hacen caer peatones, ciclistas y motociclistas, provocando, a veces, serios accidentes.
Es lindo tener mascotas, sobre todo cuando hay chicos, pero hay que hacerse cargo y no jorobar al prójimo.
Bueno, pero si Rivadavia, haciendo lo que hizo tiene un sillón presidencial, nombres de escuelas, calles, barrios, la avenida “más larga del mundo” y derechos de autor en cuadernos y repuestos, “tan mal no te fue gordito” dijera otro que ocupó su sillón…y eso que no hablamos del empréstito Baring, puntapié inicial de la deuda externa argentina. La historia oficial lo elevó a la categoría de prócer, cualquier reclamo háganselo llegar a un tal Bartolomé Mitre, es probable que no lo encuentren, pero si a sus herederos, actuales dueños del diario La Nación.
EL PERRO VIEJO D.N.I. 8.463.274
