Desde hace algunos años los pueblos y muchas de las instituciones de nuestra comunidad están saboreando la celebración de su primer siglo de vida. Y realizan una inevitable evocación de aquellos lejanos años cuando todo comenzaba y Carlos Casares era apenas un caserío poblado por un grupo de vecinos que soñaba con sumarse al crecimiento de otros pueblos, bendecidos por la llegada del ferrocarril con todo lo que ello significaba en materia de progreso y crecimiento. Imposible no recordar a aquellos hombres y mujeres, precursores de esa avanzada que con el empuje de los sueños, y su férrea decisión de trabajo y sacrificio, aspiraba conformar comunidades organizadas, en las que el comercio, la educación, la salud, las comunicaciones y las actividades religiosas, sociales y deportivas, se unían para lograr objetivos comunes que lograban la transformación tan ansiada.
El siglo que ha pasado nos rejuvenece. Vemos que los pueblos recobran sus fuerzas para ganarle al inexorable éxodo al que los condena la modernidad. Reviven sus primeros años, recuerdan a los esforzados hacedores de esas comunidades, y se comprometen a no cruzar los brazos y luchar para recobrar aquella bonanza perdida. Lo mismo ocurre con las instituciones, evocan su génesis, homenajean a quienes las crearon y muestran sus avances y logros, celebrando con orgullo su contribución al engrandecimiento de nuestro terruño.
Si bien un siglo para una institución es una etapa de su existencia, a los hombres que las forjaron les va la vida, pero serán otros los que imbuidos por su misma impronta, tomen la posta, y tal vez con ideas renovadoras continúen por la misma senda, con la mirada puesta en el progreso, consagradas al servicio comunitario, inspiradas siempre en los postulados de su creación.
Ayer fue el Club Atlético de Carlos Casares, mañana serán otros clubes, otras sociedades, otros comercios y otros emprendimientos. La antigüedad y su permanencia les dará el certificado de calidad que las consagre como pilares de nuestra sociedad.
Los jóvenes, actores privilegiados de una comunidad organizada, deberán considerar como un ejemplo aquellas verdaderas epopeyas de un siglo atrás, cuando nada había, cuando todo debía ser creado, cuando los medios y las posibilidades eran casi inexistentes. Y sin embargo todo se hizo y aquí estamos, celebrando el primer siglo de nuestros pueblos, de nuestras instituciones, y de la fuerza del trabajo.
¿Cómo no sentirse joven?.