Tañir de bronce en el aire,
adiós para un ser querido…
Como duelen las distancias
cuando se marcha un amigo…
Pintor de oficio y sustento, amigo por vocación, con la alegría pecho adentro, cerquita del corazón, y una sonrisa sincera jugando a ser mensaje y ser voz. Juan Manuel, nombre de grandes, solo por filiación porque el Pirulo del afecto en el trato lo postergó, y como bandera de cariño, siempre así te designó. Ese Pirulo querido que por la vida pasó, dejando tantos recuerdos que entibian el corazón, hoy se nos vuelve añoranza, pura nostalgia y emoción y se me regresa en el tiempo, cual calidoscopio de amor. Y lo veo en bicicleta, sonriente y saludador, andar las calles del pueblo con oficio de cobrador para sumar al sustento algún mensual mejor o cuando en sus años mozos, empuje de la afición, andaba por los vestuarios futboleros de Huracán, masajista, utilero, amigazo o aguatero, todo sea por colaborar, y allá en el Polideportivo, en las tardes de domingo de un tiempo que no se olvida, yo lo recuerdo a Pirulo atendiendo la cantina. Siempre sumando esfuerzos entre chistes y alegrías… Porque él siempre fue un hermoso canto a la vida. Y en noches de peludeadas, excusión de diversión y procura de comida, le daba materia prima para alguna sancochada que terminaba en la mesa de su clientela seleccionada. Y esa capacidad de cocinero, asador de fama bien ganada, le valió ser convocado en numerosas jornadas como ayudante esperado para importantes veladas. Verdadero buscavida, sostén de hogar y familia, por el camino derecho de la honradez y decencia, con mano abierta al favor y pecho cálido al cariño, supo ganarse el calor del cariño de sus amigos y en su Estanciera llevaba cientos de abrazos queridos. Y en muchas noches redondas de reuniones y festejos, no solo hacia el asado como para chuparse lo dedos, sino que en la sobremesa que prolonga la reunión, solía animar la misma entonado alguna canción, porque, tal vez como ninguno, cantaba aquellos valses criollos que desde antaño venían y que en su voz parecían una caricia sonora. Por eso que en muchas radios se suele escucharse su canora y melodiosa expresión como parte de su programación. Formó una familia hermosa a la que dedicó todo su amor, fue esposo, padre y amigo, y fue ejemplo y sostén, pero muchas veces la vida tiene derecho y revés y te cobra en un hoy de penas las alegrías de ayer. Y las sonrisas un día se vuelven mueca de dolor y empieza el triste camino que termina en el adiós. Y Pirulo, poco a poco, ese camino emprendió. Tres días antes de la fecha que mejor lo definió, que es el Día del Amigo, el Pirulo Juan Manuel Castiarena, se nos marchó. Fue un triste 17 de julio cuando contaba con 73 años de edad, que hacia el recuerdo voló, y ha de volver por un tiempo de nostalgias junto a cada amanecer, cuando suene una guitarra y nos traiga un vals de ayer, o una sonrisa dibuje
la alegría otra vez, porque Pirulo estará siempre junto al recuerdo mejor, poblador de los espacios por los que siempre transitó, hecho alegría y encuentro, hecho abrazo y emoción, porque, estoy seguro, no ha muerto, solamente se marchó para volver cada mañana, lo mismo que vuelve el sol.
JUAN DOMINGO ONDANO