El gobierno municipal está realizando una obra notable en el acceso Roberto Mouras, la que incluye una limpieza visual importante, construcción de sendas peatonales o veredas y una iluminación adecuada, favoreciendo de esa manera a vecinos, ocasionales transeúntes y al tránsito automotor, a la par que intenta mostrar una cara mejor de esa transitada arteria, primera imagen de nuestra ciudad.
Pero de que valen las obras si no se las respetan?. Basta con dar una recorrida por dicho acceso para poder observar que las veredas peatonales recientemente construidas se ven invadidas y obviamente obstruídas por vehículos de los comercios, talleres, gomerías, materiales de construcción, agencias de autos, agropecuarios, particulares, etc. que funcionan en dicho acceso, desvirtuando de esa manera el propósito por el cual se han realizado esos costosos trabajos. Es así que se observa a muchos vecinos que caminan por dicho acceso usando la calle ya que les resulta imposible transitar por las sendas recientemente construidas, con el peligro que ello significa.
Podrá decirse que la obra aún no está terminada, pero no escapará a la mentalidad de los vecinos de dicho acceso que esas sendas no están construidas para resistir el peso de autos, camionetas y hasta camiones, por lo que su destrucción no tardará demasiado.
Podrá decirse y en rigor es verdad, que la comuna tiene como corregir esos excesos e infracciones, pero tampoco nadie duda que la presencia de inspectores y la aplicación de sanciones provocará malestar, protestas y rebeldías, y aún así nadie podrá asegurar que no se seguirán cometiendo las mismas infracciones.
Simplemente se trata del cumplimiento de las normas legales y sentido común. Son obras que pagan todos los ciudadanos y que se realizan en su propio beneficio. Los pueblos como el nuestro crecen, se modernizan, las exigencias de los vecinos cada vez son mayores, pero luego no se advierten conductas acordes en las que se observe el cuidado de la obra pública y el respecto a su utilidad.
Si una obra pierde su propósito por la desidia de quienes deben cuidarla, esas acciones desalientan a los gobernantes, que no observan la misma correspondencia por parte de los vecinos y se ingresa en un círculo vicioso que impide precisamente el crecimiento pretendido. «¿Para qué nos vamos a esforzar en hacer algo, si luego lo destruyen o dificultan su uso?».
Depende del criterio de los vecinos que eso no ocurra.