El parlamento es el órgano fundamental de la democracia. En él concluyen los representantes elegidos por el pueblo, que como su nombre lo indica se reúnen para parlamentar, debatir, elaborar, hablar…
Cuando se calla el parlamento se desvirtúa su propia naturaleza. Cuando una o algunas de las fuerzas políticas que lo componen no aportan su presencia, impidiendo su funcionamiento, el sistema pierde sentido, se aborta la discusión, puede servir ocasionalmente y brevemente como estrategia política, pero nada se soluciona, solo dilata, y muestra una cara negativa de la política.
Miles de argumentos se han dado y seguramente se darán para justificar la decisión de no dar quórum para evitar el tratamiento de un tema. Los reglamentos de las distintas cámaras contemplan la falta de quórum, le ponen límite e invisten de facultades a las autoridades para que obliguen a los miembros de un cuerpo a comparecer en el recinto. Con los Concejos Deliberantes ocurre lo mismo.
La oposición en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad ha decidido no dar quórum para el tratamiento de un importante tema ingresado a comisiones, por considerarlo ilegal y arbitrario, el de la venta de terrenos del Hospital Municipal dispuesto por el Departamento Ejecutivo. Se estima en círculos del oficialismo que las razones por las cuales niegan el quórum para su tratamiento son de oportunidad puramente electoral, teniendo en cuenta que en poco más de dos meses han de celebrarse las elecciones de segundo término que consagrarán el recambio del cuerpo legislativo. Estrategia pura, se apuesta a que el cambio sea favorable a la oposición y se caiga la posibilidad de que la ordenanza a tratarse pueda ser aprobada.
Ante esa postura muy difícilmente pueda torcerse la voluntad de la oposición. Faltan pocas sesiones, en política existen suficientes chicanas y artimañas como para prolongar en el tiempo un fin determinado, y seguramente no habrá amenazas ni reglamento alguno que pueda modificar en lo inmediato una solución de ese tipo. Salvo que exista algún tipo de voluntad negociadora de las partes, algo que hasta el momento no parece darse. Lo dramático es que se paralizará el Concejo Deliberante, con el daño inconmensurable que tal situación puede ocasionarle a la comuna, y por ende a todos los vecinos.
El quitar el quórum -debe reconocerse- ha sido una práctica corriente de unos y otros en la alternancia política local. Lo que no quita que se lo considere un ardid, una demostración más de la antipolítica, una gambeta a los designios de la democracia, cuando se quiere torcer o evitar que se cumpla la voluntad de las mayorías.