Los políticos casarenses ya están en plena campaña electoral. Unos intentando demostrar que están por el buen camino, y para ello reseñan su obra de gobierno y los resultados de su gestión. Otros en la pretensión de crecer como opositores y ganar lugares en el Concejo Deliberante, desgranan para ello una ristra de críticas tendientes a ensombrecer la gestión y demostrar que si son votados pueden hacerlo mejor. El clásico juego de la política, la lucha por el poder que se renueva cada dos años, y que debe ser algo tan natural como la vida misma de una comunidad en la que sus vecinos se alternan para guiar sus destinos.
Es por lo tanto deseable que todo se haga en armonía, basado en el respeto y demostrando con propuestas que lo que se busca es mejorar la calidad de vida de los casarenses. De nosotros mismos.
Es desagradable y negativo cuando las fracciones se trenzan en descalificaciones, acusaciones sin fundamento cierto, y la mala política de creer que el adversario es el enemigo, cuando en estos pueblos de comunidades cerradas todos nos conocemos y lo que se aventuran muchos en imaginar, se sabe o no existe, por lo que a la larga a nadie se engaña.
Casares ha crecido tanto en las últimas décadas, y la calidad de vida ha mejorado en forma tan sustancial, que todos los gobiernos, unos más, otros menos, han contribuido a construir la realidad que hoy disfrutamos. Ninguna de las falencias que se perciben en nuestro partido son ajenas a las que se producen en el resto de la región y del país. Se clama por salud, seguridad, buena administración y los servicios esenciales que exige una comunidad en crecimiento. En anteriores campañas se pedía lo mismo. Los que hoy se quejan, ayer recibían las mismas quejas. Es un ida y vuelta que cualquier vecino atento a la marcha comunal puede atestiguarlo. Todo esto sin dejar de reconocer que la prédica da resultado y los gobernantes se exigen cada vez más, conscientes de que si no lo hacen, fueron.
Por lo tanto lo importante es ir hacia adelante, estar atentos a las necesidades de la vida moderna y no desperdiciar el tiempo en teorías políticas del pasado, viendo a todos corruptos, a todos inútiles, a todos incompetentes. Esa fórmula está perimida, «aquí los buenos, allá los malos». Casares no está dividida por alguna raya imaginaria. Somos un conjunto de ciudadanos que queremos lo mismo. Cada dos años se renueva la mano de obra. Y es bueno que así sea.