Al decir de un agnóstico de la política, «si tanta energía, tanto despilfarro y gastos se volcaran para causas más nobles, el beneficio de los vecinos sería inconmensurable». Pero claro, si ese pensamiento siguiera la línea que uno presume, termina en el totalitarismo, negando la democracia como expresión de libertad que tienen los pueblos para organizarse socialmente y elegir a sus gobernantes.
Ayer cuando se conocieron los primeros cómputos y la tendencia fue señalando un triunfador, se había cumplido con unos de los pasos fundamentales de la democracia. Es cierto que haciendo derroche de energía, también de metálico, cuando en realidad hay tantas necesidades insatisfechas, pero ningún esfuerzo se concibe hoy en día sin gastos, ninguna meta se logra sin esfuerzos.
A partir de hoy comienza otra etapa, no porque signifique cambios sustanciales, sino porque se ha reafirmado una vez más el sistema democrático. Los ciudadanos se han podido expresar, unos se han llevado la victoria y otros lejos de llevarse una frustración velarán sus armas, modificarán sus estrategias, agruparán sus fuerzas y dentro de dos años presentarán nuevamente batalla dispuestos a llevarse el botín. Una rueda que nunca se detiene, que sabe de hegemonía, de alternancias, de buenas y malas gestiones, pero que continuamente se recicla en la búsqueda del bien común, aunque muchos duden de las intenciones y las adornen con sospechas y prejuicios.
En la editorial de hace dos años decíamos metafóricamente que hubo luz en el cuarto oscuro, una luz que gracias a Dios no se apaga desde hace 30 años, y esperamos que siga por los siglos.
Sólo cabe una pequeña reflexión: deben apaciguarse los ánimos, y sacar cada uno lo mejor que tiene adentro. Lo demás, las miserias, sólo nos llevan a la confrontación malsana, a la enemistad, al revanchismo estéril, cuando en realidad de lo que se trata es de la lucha noble por el poder, lo demás es cartón pintado.