Las estadísticas no mienten, los casos de violencia familiar se multiplican de una manera preocupante en nuestra ciudad, tal como ocurre en todo el país. En la Comisaría de la Mujer y la Familia se reciben denuncias en forma sostenida, sea del tipo de «mujeres golpeadas», como también de abusos a menores de edad y niños, desnudando conflictos y situaciones de índole familiar que derivan en la violencia, en algunos casos en forma reiterada, que llegan a la instancia policial cuando las víctimas han agotado ya toda posibilidad de resistencia, y optan por realizar las denuncias temiendo por sus vidas y las de sus hijos. Estadísticamente se dan en la Comisaría de la Mujer unos 40 casos mensuales, de los cuales alrededor de 10 son reiteraciones, y de esos 40 entre 10 y 15 toma intervención la Fiscalía porque se configura algún tipo de delito.
Es evidente que toda esta situación, que para algunos es apenas la punta de un iceberg que esconde una problemática aún mucho mayor, debe encontrar canales de solución para evitar secuelas que no solo atentan con la salud física de las víctimas, sino que dejan profundas huellas psicológicas en los hijos de esas familias, que comprometen seriamente su futuro.
Es sin duda loable el trabajo que se está realizando desde la Comisaría de la Mujer, una dependencia a la cual se le dio en algunos sectores una relativa importancia, pero que viene cumpliendo una labor efectiva, responsable y eficaz, no solo en el cumplimiento de los pasos legales ante las denuncias que se formalizan, sino en la prevención y contención que se les da a las víctimas desde lo psicológico, y el asesoramiento legal correspondiente.
Pero nada es suficiente, el problema subyace y hay que atacarlo en su raíz, buscando las causas para encontrar las soluciones.