En este mundo complejo como en el que vivimos escribir sobre seguridad es un trabajo enormemente intrincado. No se puede expresar una opinión, sin tener que comprometerse con actitudes que no son políticamente correctas; pero es necesario un pronunciamiento claro y certero desde una perspectiva policial, que refleje lo que se hizo, como se hizo y sus consecuencias.
Escribo esto en condición de esposo, padre y policía en situación de retiro, con el deseo de entregar experiencias que nos ayuden a tomar decisiones claras en un tema que, desde el punto de vista ético, cada día se pone más dificultoso.
Tengo que confesarles que ingresé a la institución policial hace sesenta años, (03-03-1953), a la querida escuela “Juan Vucetich” con tan sólo dieciséis años, en ella sociólogos, psicólogos, profesores de distintas materias la mayoría jueces retirados de la justicia, los cuales junto a verdaderamente seleccionados oficiales instructores, recibíamos la correspondiente instrucción y preparación para formarnos como oficiales de policía.
El curso era en aquel entonces de dos años de duración, y no nos entregaban certificado de “Técnico en Seguridad”, porque se consideraba que dos años eran muy pocos para otorgar una constancia de es rango.
Fue transcurriendo el tiempo y se produjeron muchos desencuentros entre los ciudadanos argentinos, la política se fue poniendo mucho más violenta y comenzaron a estallar los golpes de estados los que se realizaban en forma casi frecuente, esto dio paso a una guerrilla muy sangrienta que empeoró aún más la situación.
Aumentaron los hurtos, robos, asaltos y los asesinatos de policías y personas, ante esta caótica situación la sociedad con justificada razón comenzó a sentir la necesidad de exigir mayor y mejor seguridad por el clima de terror desatado.
La dirigencia política para evadir su parte de responsabilidad, comenzó a responsabilizar a la policía de esta confusión, tildándola de irresponsable, poco profesional, carente de actitud, pero por sobre todas las cosas que estaba asociada al delito, situación esta que originó la idea que los guardianes del orden constituían una verdadera fuerza corrupta.
Esta tremenda irresponsabilidad política en lugar de investigarla exhaustivamente y castigar como se debía a los culpables, se optó por efectuar purgas masivas separando del cargo a brillantes funcionarios que sufrieron un agravio gratuito ante la sociedad y su propia familia.
Produciéndose verdaderos “shows mediáticos” estimándose que con estos se revertían mágicamente las cosas, sin observar que alejaban a esa extraordinaria juventud de clase media bien formada espiritual y moralmente de la vocación y el deseo de ingresar a las filas policiales.
Hoy ya no existe selección porque donde se convocan a mil se presentan cien, cosa que antaño era diametralmente opuesto, esto marca claramente el tremendo error político de descalificar el prestigio de las instituciones.
Lo importante era quedar bien ante la sociedad demostrando una gran preocupación y deseos de rebatir y rechazar el problema, hasta se llegó a decir que era necesario elevar el caudal cultural de esta policía, asegurándose que a partir de aquel momento –hace aproximadamente quince años- no podrían ascender a comisarios funcionarios que no tuvieran un título terciario, no niego que tuvieran razón, pero aseguro que nada hicieron para cumplirlo.
Por ello requiero que en las próximas elecciones el ciudadano elija al candidato que más inquietud y preocupación demuestre en superar este terrible flagelo y rogar a Dios que no nos defraude.
Para que esto así ocurra tanto ciudadanos como policías debemos convertirnos en aquella gota de agua que suele horadar la piedra con paciencia, sin utilizar la violencia porque quien actúa con crueldad en ella perece y por estar convencido del milagro del diálogo.
Guillermo Oscar Tous
Comisario General (r.a.)