La violencia, la agresión, el mal humor y el mal trato, parecen estar ganando la escena cotidiana, y tanto se manifiestan en los lugares de trabajo, como en los de esparcimiento, en la escuela, el hogar, las comisiones, en fin, en todos aquellos espacios donde la gente se relaciona. En las peñas, reuniones de amigos con el fin de pasarla bien y divertirse suelen estallar conflictos que comienzan en discusiones y han sabido terminar en encarnizadas peleas y enemistades. El ámbito escolar desnuda los niveles de agresividad de los alumnos, los que no solo se insultan y pelean entre sí, sino que en manifiestas acciones de indisciplina descargan su malhumor en sus maestros a los que suelen incluso amenazar de las más variadas formas, llegando en ocasiones a dañar el ámbito escolar. Sus padres con acciones de igual tenor suelen trenzarse en discusiones con los docentes, a los que también agreden y amenazan. Ese nivel de malestar llega a su vez a comisiones de bien público, en las que no logran sus componentes la armonía necesaria, llevando sus diferencias al plano de la intolerancia. No están ajenos a ese fenómeno los lugares de esparcimiento, llámense bares, pubs o confiterías, donde son frecuentes las discusiones de elevado tono entre los asistentes, y el maltrato a dependientes del lugar. También en los lugares de trabajo se percibe esa tensión, y al menor entredicho saltan chispas que producen explosiones impensadas entre compañeros de trabajo. Todo esto lleva a pensar que en el seno del hogar, las cosas no están mejor. Es precisamente en ese ámbito donde debe reinar la buena predisposición y las relaciones armónicas, que deben trasladarse luego al ámbito de la escuela, del trabajo, del esparcimiento y las acciones comunitarias y solidarias.
Hay que bajar un cambio dicen algunos de manera metafórica, ante la vorágine de problemas que surgen a diario y las exigencias de la vida actual. Si la violencia es un mal de la época, sus consecuencias pueden llevarnos a situaciones y patologías impensadas, con las consecuencias físicas que se manifiestan en aquellas personas sometidas a niveles de presión y estrés con los que se hace insoportable convivir.
Si tomamos conciencia de este mal que atrapa a nuestra sociedad, a la que muchos tildan de «selva», en verdad lo está siendo, con las consecuencias que todos percibimos, tal vez podamos lograr bajar ese cambio y así poder transitar un camino más placentero y saludable.