No por ser un tema repetido vamos a dejar de tocarlo. Cada vez son más, se multiplican de una manera notable y alarmante, y lo que es peor no parece tener solución. Nos referimos a los accidentes de motos, una constante diaria, con su secuela de daños físicos, mutilaciones, lesiones graves, pérdidas económicas, problemas laborales, saturación de las guardias hospitalarias y un sin fin de problemas colaterales de nunca acabar.
Se dice popularmente que en la moto la carrocería es el cuerpo. Los autos se abollan, sufren daños en su estructura pero las personas que los conducen rara vez resultan lesionadas. Son los conductores de motos los que algunas veces pagan con su vida, otras quedan postrados y en el mejor de los casos terminan con lastimaduras, excoriaciones y lesiones menores. Aquellos que han resultado con lesiones graves de tipo cerebral en la gran mayoría de los casos, más de un 90% no llevaban casco. Un accidente ocurrido días atrás es fiel reflejo de lo que decimos. Y en muchos accidentes los conductores llevaban hasta dos y tres criaturas, las que también han sufrido lesiones. La excusa es que no tienen como trasladarse, que es fácil decirlo cuando se tiene un auto o se puede pagar un remise, que es el único transporte que tienen.
¿Cómo no volver sobre el tema?. El parque automotor crece día a día, tanto en ciclomotores como en motos de mayor cilindrada, algunas en buen funcionamiento, con frenos, luces y medidas de seguridad y otras en estado lamentable. Y en forma proporcional crece la estadística de accidentes. Sólo queda solicitar a los inspectores de tránsito y a la policía que no permitan conducir motos, ciclo-motores o cuatriciclos si estos no están en buenas condiciones y obviamente si sus conductores no llevan casco o son menores. Tampoco deben permitir que en una moto vayan familias enteras sin las debidas medidas de seguridad. Arriesgar la vida de los hijos no tiene sentido, no hay excusa que valga.
Por último, ya que pareciera que todos los motociclistas son culpables de los accidentes que ocurren, debemos aceptar que también circulan por las calles automovilistas, conductores de camionetas y camioneros desaprensivos que hacen valer el tamaño de sus vehículos y no respetan ni a peatones, mucho menos a ciclistas y tampoco a motociclistas.
Tampoco debemos olvidar la tortura cotidiana que deben padecer los vecinos como consecuencia de la nueva moda de las contraexplosiones, con la que los jóvenes motociclistas se entretienen especialmente los fines de semana cuando el centro de la ciudad está atestado de paseantes, al igual que restaurantes y confiterías que tienen dispuestas sus mesas en las veredas.
Si no se pone un poco de freno a tanta inconsciencia y falta de respeto a las normas de tránsito, el caos en poco tiempo será total. Y sangriento, porque créase o no, donde hay un accidente de motos, hay sangre, huesos rotos o lesiones irreversibles.