El viejo, acaso antiquísimo juego infantil de Policías y Ladrones, mostraba con claridad meridiana el lugar de cada uno en nuestra sociedad. Los policías perseguían a los ladrones y éstos al ser capturados iban a la cárcel. A lo sumo podían fugarse, pero la ley era clara: aquellos que delinquen deben ir a la cárcel. Era un juego que educaba, los niños aprendían así cual era el lugar de cada uno en la sociedad.
Si queremos regresar a estos tiempos y seguimos una exitosa serie televisiva llamada La Ley y el Orden, obtendremos una misma ecuación. Los buenos de un lado, los malos del otro.
Pero o bien los tiempos han cambiado, tal vez las leyes, o la interpretación garantista que hoy se hace de éstas ha modificado la realidad. El rol de la policía en cambio no se ha modificado. Ante los hechos delictivos, investigan, persiguen a los ladrones y si tienen suerte los capturan. Pero la cárcel pareciera ser para unos pocos. La justicia los pone en libertad, sea porque son delitos excarcelables, sea por lo que fuere, pero sus autores vuelven a la calle para seguir delinquiendo. Y mientras tanto la sociedad, los vecinos, se sienten indefensos y ven como la policía trabaja de gusto. Al menos eso es lo que el ciudadano común experimenta cuando ve que un malviviente, sea autor de un hurto, robo o asalto, en ocasiones con violencia y saña, despojando a vecinos de los ahorros de toda su vida, es puesto nuevamente en libertad como si nada hubiera hecho.
Así se hace difícil combatir la inseguridad. ¿De qué valen más efectivos, móviles y operativos, cuando lo que debiera ocurrir no ocurre, cuando los policías persiguen, aclaran los hechos, capturan a sus autores y la justicia los libera.
Hemos querido tratar este tema con el enfoque y la simpleza que le da un ciudadano común. Tal vez si consultáramos a un experto encontraríamos explicaciones y hasta temperamentos o visiones que en nada safisfacerían a los vecinos que han sido víctima de hechos delictivos y a quienes temen serlo en cualquier momento.
Algo debe ser modificado y pronto. La realidad nos dice que el delito casarense pasa por unos pocos autores, reconocidos en su mayoría, asiduos visitantes de la comisaría y fugaces pasajeros de los tribunales. Personajes que van y vienen, que comenzaron como rateros, luego como ladrones de casas desocupadas, ahora asaltan, golpean y amedrentan, y pronto…¿qué?, tal vez cuando terminen con la vida de alguien, encuentren razones para detenerlos.