La feria La Salada es famosa no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, ya que hasta los norteamericanos se han ocupado de ella.
Miles, decenas de miles de personas se dan cita diariamente para recorrer sus cientos de puestos y comprar mercadería (preferentemente textil), de marcas conocidas, presumiblemente truchas, pero que en algunos casos podrían pasar la inspección de un experto tendero. Los precios son infinitamente menor que en los comercios del ramo, por lo que en esa vorágine de paseantes y compradores también se ve a gran cantidad de comerciantes de todas partes del país que luego venden dichos productos en sus mostradores.
CASARENSES AL POR MAYOR
No llama la atención por lo tanto a los muchos casaren-ses que allí concurren, el encontrarse con vecinos conocidos, saludarse y hasta comentar las ventajas y buenos precios de tal o cual puesto. Compran allí para luego revender en sus negocios de nuestra ciudad, y aún así lo hacen a precios ventajosos. Familias numerosas también compran allí zapatillas, buzos, camperas, remeras y todo tipo de prendas, apuntando al ahorro como una buena manera de estirar sus sueldos. Viajan en colectivos, remises o combis, comparten gastos y hasta llevan sandwiches y otras vituallas para que el viaje no les encarezca los productos.
Pero a no engañarse, así como hay prendas en precio y de relativa buena factura, otras son de muy mala confección, materiales de dudosa calidad y duración corta, lo que en algunos casos hace cierta la frase: «te dan por lo que pagás…».
La Salada es ya un verdadero emporio de la trucha-da, que nadie, ni entidades empresarias, ni el gobierno logran erradicar. Crece día a día, se sabe que eluden todos los impuestos, controles de calidad y otros, ostentando un poder económico que los pone a cubierto de cualquier contingencia, incluso de la justicia, que parece ignorar que existe.