La insólita confesión del Papa Francisco en una reunión que tuviera días pasados con sacerdotes de Roma con motivo del inicio de la Cuaresma, dejó pasmados a sus interlocutores que se miraban entre sí. Contó el Sumo Pontífice que en la década del ´90, siendo vicario general de Buenos Aires, «robó» la cruz del rosario de un sacerdote a quien admiraba y había sido su confesor. El padre Aristi confesor de la iglesia del Santísimo Sacramento, el que falleció a los 94 o 96 años y Bergoglio fue a darle su último adiós.
Contó el Papa que el sacerdote muerto estaba prácticamente solo y no tenía ninguna flor. Fue a comprarle flores, las acomodó en su ataúd y cedió a la tentación aflorando en él «ese ladrón que todos tenemos adentro», y no sin poco esfuerzo se apoderó de la cruz del rosario que el religioso tenía entrelazado en sus dedos. «Y en ese momento lo miré y le dije: «dame la mitad de tu misericordia». Desde ese día llevo siempre la cruz».
Los religiosos que al principio escuchaban sorprendidos y confusos, estallaron en aplausos, y la confesión sin secreto trascendió hacia el mundo como una clase magistral sobre la misericordia, reiterando Francisco que la iglesia es como un «hospital de campaña», que debe curar a la gente herida. «Nosotros los curas debemos estar ahí, cerca de esa gente», finalizó diciendo.
Queda para la reflexión de que manera puede aplicarse a los tiempos que vivimos esta anécdota o confesión del Papa Argentino, el hombre llamado a cambiar los destinos de la iglesia.
Errar es humano, perdonar es divino, pero cómo se ajusta esa frase tan popular a la realidad cotidiana que nos tiene sumidos en una crispación continua, olfateando el miedo de ser víctimas en cualquier momento de la violencia y el delito.
Cometer errores es propio y natural del ser humano, pero cuando esos errores se llaman robo, muerte, violación, daño, vejaciones, corrupción, no podemos pensar en la misericordia. La doctrina cristiana haciendo uso de un atributo divino, perdona, remedia los pecados y los sufrimientos. Dios es misericordioso, ¿pero pueden serlo los hombres cuando se enfrentan a crímenes horrendos y hechos violentos que destruyen las familias, y siembran el pánico, quitando vidas, violando niños, dejando dolor y consternación?.
No tenemos respuestas. Predicar y aplicar la misericordia, pero no para apelar a la clemencia judicial.
El que las hace las paga, reza otro dicho popular. Y deben pagar, que es lo que no entienden aquellos que creen que la justicia debe ser misericordiosa.