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    Home»General»El diario “La Nación” publicó nota de “El Oeste”
    General

    El diario “La Nación” publicó nota de “El Oeste”

    10/03/2014
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    Se trata del amor de Sulpicio Gómez y Ernestina Cadret a principios del Siglo XX, que en reiteradas oportunidades destacó el notable historiador Nélson Bessone en la interesantísima sección “efemérides zonales”.

    En su edición del lunes último, en la última página del suplemento “Espectáculos”¨, el diario porteño “La Nación” publicó una historia de amor en la que se menciona a Carlos Casares y la estancia “La Media Luna”.

    Lo que nos enorgullece es que la misma haya sido tomada de nuestra sección “efemérides zonales”, un trabajo formidable que realiza el maestro y excelente gran historiador moctezu-mense Nélson Bessone y que nuestra legión de lectores sigue con gran interés en todas las ediciones de “El Oeste”.

    Bessone en varias ocasiones ha mencionado con fechas y datos precisos, la historia amorosa entre Sulpicio Gómez y Ernestina Cadret, hija de Manuel Cadret, a quien debe el nombre el pueblo casarense que dentro de pocos días festejará su centenario y que en los inicios del siglo XX era propietario de la estancia “La Media Luna”.

    Este relato de Nélson Bessone para “El Oeste” fue desarrollado en “La Nación” por Daniel Balmaceda y el texto completo de la publicación es el que detallamos a continuación:

    Las tertulias del 1800 fueron el principal entretenimiento nocturno en Buenos Aires. Cubrían la demanda de distracción en una ciudad que poco tenía para ofrecer, más allá de las escasas funciones en el único teatro disponible. Con el tiempo, la costumbre de la tertulia se mantuvo, pero hacia el 1900 se conocía como recibo. Las familias abrían las puertas de su casa una vez por semana para recibir a parientes y amistades. No era necesario ningún tipo de participación especial porque, al igual que en las tertulias, cada familia se asignaba un día de la semana. A la de los miércoles en lo de Prins concurrió cierta vez el joven Sulpicio Gómez (de 20 años), descendiente de José Silverio López Osornio, hermano de doña Agustina, la madre de Rosas.

    Aquella noche, Sulpicio coincidió con la encantadora Ernestina Cadret Amadeo (de 21), quien trató de disimular un poco su enamoramiento a primera vista. Ernestina regresó a su casa (vivía en Lavalle y Maipú) envuelta en una feliz sonrisa y anunció a sus padres que había conocido al hombre de su vida. Manuel Cadret y Josefa Amadeo fueron terminantes: con un no va más, le prohibieron a su hija volver a los recibos de los Prins. Esa era una habitual medida preventiva de las familias en aquel tiempo. Aparecía un candidato y, antes de que avanzara la relación, aplicaban una cautelar casera, mientras indagaban un poco sobre el sujeto. La hija aceptó con resignación el mandato paterno, aunque quedó prendada del corazón de Sulpicio. Llegó el verano y los Cadret partieron de vacaciones a su estancia La Media Luna, en Carlos Casares. Por su parte, los Gómez se instalaron en San Ciriaco, en Tandil. En aquella temporada, La Media Luna compró hacienda a San Ciriaco. Enterado de la novedad, Sulpicio hijo (el enamorado) obtuvo el permiso de Sulpicio padre para acompañar al capataz y los reseros a Tandil. Transportar reses no es precisamente un paseo. Pero a Sulpicio no le importaron el sacrificio, las altas temperaturas, las lluvias estivales ni la precariedad de los 100 kilómetros que debía recorrer. Soportó con estoicismo las duras pruebas de la naturaleza y por fin arribó con la hacienda a Carlos Casares. Junto con los reseros se instaló en el galpón donde pasarían la noche, antes de emprender el regreso. No podría presentarse en casa de los Cadret, pero abrigaba la esperanza de ver a Ernestina, al menos a la distancia.

    Se asomaba desde la entrada del galpón, salía con cualquier excusa, estaba al acecho. Después de 100 kilómetros para ver a lo lejos a su amada, ésa era la recompensa que pretendía. Sin embargo, el premio fue mayor. Porque el capataz de San Ciriaco le comentó a Manuel Cardet que el hijo de su patrón había viajado con ellos. Cardet lo recibió como huésped en la casa. Pudo conversar con Ernestina y alcanzar un acuerdo con don Manuel. Sulpicio partió de La Media Luna con el dinero de la venta de la hacienda y el permiso para visitar en Buenos Aires a su amada, una vez por semana. A 15 cuadras, en vez de 100 kilómetros. Hasta que los declararon marido y mujer..

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