Un hecho de actualidad, la clausura de la panchería «Puma Panchos», por su falta de habilitación, pone sobre la mesa un tema que en algún momento deberá ser tratado en profundidad. La habilitación de un comercio, depósito, industria o empresa, sea del rubro que fuere, debe contemplar una serie de requisitos a cumplir, sea en cuestiones de seguridad, ruidos molestos, polución, contaminación y salubridad en general, servicios, etc., todos ellos especificados en distintas ordenanzas, que por lo general no se cumplen, o se cumplen a medias, generando luego problemas que se prolongan en el tiempo y se potencian ante la falta de aplicación a través de controles e inspecciones adecuadas.
Todo ello aparejado a la vocación transgresora de muchos vecinos que justifican sus actitudes e incumplimientos achacándolos a imposibilidades económicas, sociales y de todo tipo, y a la autoridad que tolera, habilita en forma provisoria «para siempre», contribuyendo a la cultura de la improvisación, a riesgo de graves consecuencias.
Muchos casos se podrían nombrar de vecinos que han pedido prestado matafuegos para colocarlos en sus negocios porque iban a ser inspeccionados. Luego de la inspección satisfactoria los devolvían y su comercio o empresa seguía careciendo de un elemento fundamental que hace a la seguridad de personas y bienes.
Y como ese podríamos citar decenas de ejemplos que configuran la presencia de una asociación ilícita entre los que deben cumplir y los que deben exigir y controlar. Algo muy común que viene de años, a tal punto de que un porcentaje muy alto de empresas pequeñas y grandes de nuestra ciudad cuentan con habilitaciones precarias o directamente inexistentes, dejando de cumplir exigencias fundamentales que hacen -como decíamos- a la seguridad y salubridad, factores estos que no pueden ser descuidados ni obviados.
Y es así que se abren comercios o industrias en zonas prohibidas para ese tipo de rubros, otros que manipulan líquidos y elementos muy inflamables y no cuentan con medidas de seguridad, talleres que invaden la vía pública y generan todo tipo de ruidos molestos, sin hablar del rubro gastro-nómico que debiera ser objeto de minuciosas inspecciones y exigencias, especialmente en el tema bromatológico, en cuanto a la producción, manipulación y conservación de alimentos.
Habilitar es dar carta blanca, permiso para ejercer tal o cual actividad. No es por lo tanto un hecho administrativo simple. Hasta ahora -sin entrar a generalizar porque seguramente deben existir excepciones- no se ha puesto el celo necesario en hacer de la habilitación un hecho que permita verificar si se cumplen con las exigencias de la normativa vigente. Sea a través de profesionales, idóneos o funcionarios comprometidos. Es hora de que se haga a conciencia y con responsabilidad.