El destino, llamado de mil formas por diferentes creencias religiosas, filosóficas o costumbristas, es quien maneja los tiempos y los espacios de la vida, la salud y la fortuna de los seres humanos y a él estamos supeditados indefectiblemente desde el momento de nuestro nacimiento, cumpliendo la parábola de lo que llaman existencia, hasta el momento mismo de nuestra muerte. Así ha sido, es y será, por los siglos de los siglos.
Y cuando ese destino marca el fin de nuestro tiempo en este paraíso terrenal, que será mejor o peor en su recorrida de acuerdo a nuestros propios aportes, el mismo se cumple a la perfección. Y así, muchas veces, una persona de aspecto sano y saludable, en pocos momentos, pierde su salud, sus fuerza físicas y emprende el camino hacia el espacio de los recuerdos, que muchos llaman muerte.
Miguel Ángel Binda, de aspecto saludable y sano, en poco tiempo, escapando de la vida como el agua entre las manos, fue recorriendo, acaso apresuradamente, el último tramo de ese camino terrenal.
Y ese muchacho jovial, amigo de los amigos, de mano abierta a la amistad y el pecho dispuesto al cariño, de alegre trato y proceder, casi sin darnos cuenta, se nos fue volviendo adiós…
Hijo de Ángel “Yeye” Binda, uno de los más reconocidos aseguradores de nuestro medio, con un pequeño recorrido en ese “métiér”, eligió otros caminos. Y alguna vez se dedicó al control de los seguros en el municipio, donde, finalmente, se dedicó a la parte de jubilaciones. Paralelamente, en su actividad privada, a través del “Emporio del Usado”, se dedicó a la compraventa y realización de Remates. Comenzó con Gustavo Ballabriga, pero alejado éste de la firma, siguió un tiempo solo, para unirse, en este último tiempo a Rubén Panizo. Tanto en el terreno de lo privado, como en el de empleado, por su trato ameno y cordial, supo ganarse “un millón de amigos”.
Simpatizante acérrimo de Boca, en toda oportunidad que podía se hacía una escapada para alentar a los “bosteros” desde una tribuna. Y siempre tenía un grupo de amigos que lo acompañaban. Era a su vez un asiduo animador de las reuniones de amigos, y muchas tenidas peñeras lo tenían como concurrente. En política, radical de siempre, supo integrar con su amigo Melchor Posse, un movimiento interno del centenario partido, que lo tuvo como ferviente luchador.
Casado con la Doctora en Odontología Laura Marqués, padre de dos hijas, Agustina y Sofía, su vida transcurría en forma normal, tranquila y cotidiana, hasta que el destino le marcó otro andar.
Primero un pequeño malestar, luego algo más serio, hasta que finalmente y con rapidez, sus fuerzas físicas fueron disminuyendo, hasta que en las primeras horas del miércoles 23 de abril, en el Hospital Municipal, donde había sido internado, dejó de existir. Tenía 59 años y mucho camino para recorrer, pero esa fuerza que domina nuestros senderos, con la frialdad que la caracteriza, ya había marcado el tramo final.
El profundo dolor que provocara esta inesperada partida se vio reflejado en el acto de su velatorio, como en el de la inhumación de sus restos en el Cementerio Municipal, previo responso rezado en la Iglesia Parroquial, el mismo miércoles a las 16 hs.
Y como alguna vez le cantara Miguel Aceves Mejía a Jorge Negrete “te fuiste pronto, como los elegidos, en plena gloria y en plena juventud…”, y como esa canción, que hacemos nuestra en esta despedida, también decimos: “Adiós hermano de sueños y de anhelos, hoy te cobija el cielo que te amó..”