Al final no molestan a nadie, eligieron un lugar que no está demasiado transitado, no ponen en peligro a los peatones porque si hay alguien caminando o va en bicicleta se hace a un costado. Los chicos se divierten, es cierto que algunos no tienen casco, pero bueno, tampoco tienen la moto de Valentino Rossi, hay que dejarlos que suelten la adrenalina por algún lado. ¿Acaso prefieren que se les de por la droga?»
Esas palabras no son nuestras, las tomamos casi textualmente de un vecino que vertió su opinión respecto a las ya tradicionales «picadas» de los domingos por la tarde en la ruta a Gdor. Arias, en un tramo cercano al Cementerio Israelita. Allí este último domingo por la tarde se congregaron unos 24 ó 25 motociclistas y realizaron «picadas», iban y venían, lanzaban sus motos a toda velocidad y en verdad se divertían.
Para no tomar nuevamente el camino de las críticas y responsabilizar a unos y a otros, y quedar como que no «entendemos» los mayores las inquietudes de los jóvenes que como decía nuestro interlocutor liberan la adrenalina acelerando en sus motos y tentando al peligro desde el vértigo que produce la velocidad, les proponemos que esas «picadas», las hagan «legales» como algunas vez se hicieron en Casares con autos y camionetas, pero tomando las medidas necesarias de seguridad para luego no tener que lamentar serias consecuencias.
Elegir una pista especial, concretar desafíos, estipular distancias, categorías, etc. Y de ser posible que las organice alguna institución responsable.
Tal vez muchos piensen que lo que aquí se propone les quite interés, espontaneidad y diversión a esas «picadas», lo que probablemente sea así, pero ese sería el precio que deberá pagarse para que ese tipo de diversión que ahora es riesgoso a más no poder, se encuadre dentro de un marco legal y permitido.
Ver a un joven motociclista hacer una willy y mantenerse en una rueda por muchos metros es admirable, y hasta dan ganas de aplaudirlo, pero deja de serlo cuando lo hace en la Avda. San Martín o cualquier otra calle céntrica, con vehículos que circulan a su lado y peatones que cruzan la calle. Tal vez elija hacerlo para liberar su adrenalina y no fumarse un porro de marihuana, aplicando una máxima del «El Príncipe» Florentino Maquiavelo «el fin justifica los medios», pero no debiera ser así.
Y ahí puede verse la función de los mayores, que deben intentar encauzar de alguna manera toda esa energía que despliegan los jóvenes, en actividades que no comprometan su seguridad y la de las otras personas.