Para muchos el periodismo está un poco bandeadito, para otros ejerce con crudeza su misión, llevando a sus páginas, cámaras y emisoras la realidad cruda con el solo afán de informar, prevenir y mostrar lo que otros no se atreven a mostrar, o ni siquiera reconocen y se hacen cargo de la realidad.En estos últimos días vimos pasar por canales de TV con gran audiencia a asaltantes en actividad y hasta sicarios que en el programa del «Gordo» Lanata confesaron sin tapujos su «profesión» de matar por plata, llegando uno de ellos a decir que había asesinado por encargo por lo menos a 20 personas. Y no pasó nada. O sí pasó desde el punto de vista del ánimo de los televidentes que se horrorizaban ante las afirmaciones de esos malnacidos.
¿Qué dirían o que actitud asumirían nuestros lectores si les hiciéramos reportajes encubiertos a chicos chorros o asaltantes confesos que incluso relaten la metodología de sus achurías y hasta el comportamiento de sus víctimas?. Probablemente nos condenarían. Preguntarían como es que sabiendo quienes son, que hacen y donde se esconden, no los hemos denunciado, anteponiendo nuestras obligaciones ciudadanas a nuestra misión de periodistas. Y es probable que muchos lectores y video escuchas que han visto esos programas tan difundidos, se hayan preguntado lo mismo.
¿Cuáles son entonces los límites del periodismo?.