«El Sembrador», monumento emplazado en la entrada a nuestra ciudad por el acceso Mouras, tiene su historia. No precisamente «gloriosa», sino más bien non santa, ya que fue el pago de una deuda de gratitud por un servicio prestado. Se trató de un regalo que le hiciera el célebre boxeador Miguel Ángel Firpo, «El Toro Salvaje de las Pampas» como lo habían bautizado, al intendente casarense de entonces (allá por los años ´30) que le saldó unas cuentas que Firpo tenía con la ley. El regalo era formidable, costó una fortuna pero para Firpo era una bicoca. El intendente agradecido lo colocó en la Avda. San Martín, pero como venía de la política y sus antecedentes eran oscuros, otro intendente resolvió sacarlo del pedestal en el que estaba, y el pobre Sembrador fue a parar con sus huesos de bronce al corralón municipal, donde estuvo añares, olvidado y mohoso, hasta que otro intendente le dio vida, sepultando aquellas historias de la vieja política.
Fue reparado, lustrado y colocado en la curva de la ruta a Gdor Arias, entre ambos cementerios, primeramente admirado como toda novedad, pero luego convertido en un lugar de esparcimiento para jóvenes pícaros que se entretenian pintando de rojo sus atributos sexuales, ya que el hombre estaba desnudo, como estuvieran alguna vez los sembradores de otros remotos tiempos.
Y el pobre Sembrador se convirtió así en el hazme reír de todos. Era puro músculo y fuerza, pero nada podía hacer con esos sabandijas que lo había tomado de punto, ridiculizándolo a la vista de todos.
Fue otro intendente el que se compadeció de su triste destino, y decidió redimirlo dándole un sitio adecuado a su significación. Lo colocó de espaldas a la ciudad, recibiendo a los visitantes, mostrándole a quienes entraban que la nuestra era una ciudad de trabajo y pujanza.
Pero una vez más El Sembrador se mudará a otros destinos. Hablaban de llevarlo al acceso de tránsito pesado, de dejarlo a un costado del Mouras, de ponerlo en el centro de la rotonda, o trasladarlo vaya a saber donde, lejos de la Virgen por su condición desnuda, y también lejos del Gauchito Gil porque seguro, no se van a llevar bien.
En su destino errático el pobre Sembrador aceptará sin reparos su nuevo horizonte. Él está en el bronce, pero no se la cree, sabe que vino a contramano y se la banca, él siembra, los otros cosechan…