Un grito contenido, una emoción desbordante y la alegría del festejo loco. Todo se sumaba en el atardecer del domingo. En el Monumental, el templo del sentimiento riverpla-tense, el equipo de Ramón goleaba a Quilmes y lograba el campeonato del fútbol argentino. Era su estrella 35 en el firmamento de la gloria, por más que los de la contra digan que son 36 por el título de la B, que también es importante y que no se puede renegar de esa gloria que fuera dolorosa experiencia.
Después de 6 años del último grito grande en el ámbito del fútbol argentino, los hinchas de la Banda, de la mano del técnico más ganador de su historia futbolera, el riojano Ramón Díaz, cerraba un torneo que fue brillante en todos los aspectos. Le ganaron a su eterno rival, en la mismísima Bombonera, lograron el título en su estadio, con las tres G del fútbol: ganó, goleó y gustó… ¡vaya si lo consiguió!
Por eso, toda esa emoción contenida en los pechos de los casarenses riverplatenses, esa alegría que se volvía grito, lágrima y abrazo, se convirtió en un festejo Monumental, con locos saltos que echaban afuera toda la adrenalina de la más grande satisfacción, y bocinas, cornetas, banderas, gargantas enrojecidas, abrazos que trasmitían, pecho a pecho, corazón a corazón, esa alegría y la amada camiseta cubriendo los torsos triunfantes, se volvieron caravana por las calles de nuestra ciudad, y en la esquina de “la plaza”, lugar de concentración de los festejos más queridos, con el atronador sonido de las bombas que decían al cielo de toda esta alegría terrenal, que sin embargo tenía mucho de celestial, con brazos elevados al cielo, gritos que partían de bocas agradecidas al equipo de sus amores, que les permitía este alocado, sincero y emocionado festejo.
Hombres, mujeres, chicos, muchachos y gente mayor, sin distinciones sociales, solamente identificados por el rojo y blanco de la casaquilla amada, dieron rienda suelta a ese festejo por las calles casarenses, que como en todo el país, repetían el “River Plate, tu grato nombre” del himno partidario que afloraba desde todos los poros de la piel.